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domingo, 16 de septiembre de 2018

Pregúntale a la soledad

                      Dedicado a abuela y a muchacha solitaria

“El placer de leer es doble cuando se vive con otra persona con la que compartir libros.”
Katherine Mansfield.


Hace poco encontré un libro en los médanos de la playa de Santa Teresita. Se trataba de “Pregúntale al polvo”, de John Fante, el magnífico escritor estadounidense que no tuvo en vida el reconocimiento que merecía. La historia del libro me resultó extraña, tanto por la trama y el desenlace, como por la carta que había allí dentro había. Pues me hizo ir a otro autor, y a otra historia que jamás conocí. Paso a copiar tal carta qie encontré en el libro de Fante:

“Kutruly fue un escritor menor ruso de 1920. Fue muy amigo, según él, de Alexander Kérenski, aunque eso apenas sea un rumor de que lo vio y nada más. Te acordás Chiche, que lo encontramos apilado en una vieja librería de saldos de Florencio Varela, a la cual habíamos ido luego de una esplendida tarde de pasarla en la plaza. Y que no le dimos casi ni importancia. Hasta que leímos el libro, y nos deslumbraron tanto las primeras páginas que fuimos a desmenuzarlo a la plaza porque parecía ser un ruso muy extraño. Qué libro “La barca anclada”. Te acordás que lo leímos dos veces en un día. Que descubrimiento. Vaya que lo había sido. Como olvidar cuando se te cerraban tus grandes ojos y hacías un gran esfuerzo para seguir leyendo. Y prendías otro cigarrillo y descubríamos más de lo que el autor nos quería contar. Admirador de Tolstoi, de Gogol, de Chejov, de Dostoievski, de Turguenev, les enviaba cartas a cada uno, y aquellos ni importancia le daban. Que personaje. Cómo a nosotros nuestros contemporáneos, cuando les enviábamos cartas y los “escritores de ahora” ni pelota que nos daban. A cuántos les habremos mandado cartas para que consiguieran publicarnos. Te pregunto, no sería este escritor menor ruso un hermano nuestro. Parecía. No demostraba en su prosa una emanación de enojo, sino más bien furia, locura, y voluntad. Sabés que a estas horas divago por la biblioteca universal y no sé por qué quise escribir sobre el autor que habíamos leído la última vez. Voluntad, ponéle. Lucía diría eso a pesar de todo. Te acordarás, que luego de leerlo, decidimos ir por más. Cosa que siempre hacíamos con todos los autores que leíamos y nos gustaban, te acordás. Y no pudimos volver a leer a nadie más. ¿Te acordás? ¿Por qué nos pasó eso?.Te manda un beso y te recuerda, Luis Oscar, donde quiera que estes.”

La carta, exenta de todo análisis, no continuaba y mi sorpresa era mayor porque quien la escribía había encontrado tal autor en la librería de mi ciudad. Y era cierto. Pues fui a la librería de viejo viceversa, y encontré más ejemplares de su único libro, "La barca anclada". Me fui con él a casa y lo devoré posponiendo lecturas que ya tenía preparadas. Inclusive dejé esa semana de pasar por la biblioteca, algo inusual en mi.

Seguí enfrascado en Kutruly. Quedé con un sabor ambigúo y decidí volver a la librería por más. Allí los vendedores, entre miradas serias y cavilaciones, me dijeron que nada sabían de otros libros de ese autor. Pensé en desistir hasta que se me ocurrió comprar otro ejemplar y llevarlo a la plaza de la municipalidad. Había poca gente. Estaba por llover y un viento fuerte comenzaba a soplar con intensidad. Se me acercó inmediatamente una señora a pedirme fuego y cigarros. Obviamente nada de eso pude darle. Me senté en un banco y alli saqué la lapicera bic que mi abuelo ñato me había obsequiado. Al rato se me acercó un nene a pedirme algo para dar. Le di unas monedas. Y me apresuré como se había apresurado la lluvia. Escribí el blog de mi amigo Marcos Vargas, que había escrito el mejor primer cuento que jamas volvi a leer, pero no estaba en: www.policialesymisterios.blogspot.com su blog, que anoté en la primera pagina del libro de kutruly. Si no en el otro, sus primeros escritos. Asi que puse que lo busquen por su verdadero nombre july3p, asi sin mas, en taringa. Donde creo que estaba tal cuento, "preguntale a tu vieja". Apenas terminé de escribir me quedé mirando una pareja que leía, segú  mi miopía alcanzó a visualizar, un libro. Estuve contemolandolos un rato hasta que se levantaron, sacudieron su mantel, guardaron sus cosas en una mochila, se pusieron sus zapatillas -estaban descalzos- se prendieron cada uno un cigarrillo y se fueron alejandosé para el lado donde estaba el blockbuster. La lluvia, invitada de lujo, comenzaba a caer en forma de garúa en mi y me arrepentí de no haber salido de casa con un paragüas y de no ser un fumador. Un poemario de Ezra Pound, una novela de Banana Yoshimoto o de Laiseca,ya lo elegiría, me esperaban en el altillo. Pensé en el poema de panchi aquino sobre los zapatos pero no pude recordarlo. Me reí solo y creo que fue porque estaba comoletamente solo. Miré el cielo y el agua que levemente mojaba de a poco la plaza. Se había largado despacio. Sin embargo, la gente comenzaba a desparramarse como hormigas perdidas. Huyendo para cualquier lado. Creo que no pensé en nada mas. O si. Pensé en la soledad, en las personas solitarias, y si me quedaba un rato mas iba a ser una de ellas. Pero pensaba en la soledad propia, no a comparación de otras. O tal vez si. Una soledad de libros de alguna manera siempre era parecida a otra soledad de libros. Pero no era una soledad como la de los libros. A menos que me pusiera leerlo. Otra vez. No. Mejor dejaba de pensar como un loco empedernido. A lo Celine. Cerré el libro. Me levanté del banco. Lo arrojé con todas mis fuerzas para el lado de la alameda y me fui caminando a casa por entre medio de la lluvia.

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