Seguidores de Cutruli

jueves, 6 de diciembre de 2018

Ella

Un verano, un día, ya siendo novias, viajaron al norte del país de mochileras.
En total se subieron a treinta y ocho autos y cuatro camiones. Conocieron mucha gente. Entre ellas yo.

Se podría decir que vivieron experiencias que podrían ser consideradas únicas. Llegaron hasta donde querían llegar y se instalaron en los alrededores del centro de la ciudad. En un camping que consideraron al principio de mala muerte. Pero como con sus prejuicios preconcebidos anteriores al día en que se encontraron de casualidad en esa aula vacía de la facultad, se equivocaron.
Dormían en un camping. En un comedor común, donde comían y bebían. Se podría decir que bastante. Comieron animales exóticos. También plantas, que presagiarían su conversión poco tiempo después a las dietas vegetarianas. Postres. De todo tipo. Hasta ahí se limitaba el rubro gastronómico. Con las bebidas, si se podría hacer la diferencia, hubo de todo… Gaseosas. Cervezas. Vodka. Martinis. Etc.

Cuando terminaban de comer, iban al baño y de ahí a la carpa. Donde se acostaban mientras se besaban, entrelazando sus piernas de una manera muy delicada, deslizando de a poco el roce de los cuerpos que se perdían en lo inmenso de sus deseos. En otras palabras, cogían como locas. Y fueron tantas las veces que lo habían olvidado. No por eso igual llevaban la cuenta sino que cada vez la tomaban como la iniciativa para comenzar algo nuevo. Y encontrar nuevas zonas erógenas de sus cuerpos. Se habían acostado muchas veces en Buenos Aires, fue en el Norte donde intensificaron la apuesta.

Tuvieron mucho sexo. Eso fue dicho. Sexo que fue variando a medida que veían la necesidad imperiosa de reinventarlo. Eso fue dicho. Probaron de todo. Posiciones. Puestas en escenas. Cambio de roles. Y eso fue dicho.
Lo que no fue dicho fue que hasta que no encontraron una cierta comodidad a través de las lecturas el sexo había resultado lo único interesante que realmente les resultaba interesante de lo que hacían juntas. Leyeron y leían de todo. Había una librería en el centro donde iban. Libros baratos. Librerías perdidas.

El primer libro que leyeron fue El Banquete, de Platón, y a partir de ahí consideraron que en adelante comenzarían a hacer solamente, el amor. Luego vinieron muchos más pero el que modificó el panorama fue el Kama Sutra, con su apertura divina que hace perder la cabeza a cualquiera, según la poeta francesa Olga Viard, y pese a que esperaban exactamente lo contrario luego de tal lectura, se puede decir que a partir de ahí comenzaron a hacer una exploración corporal que iba desde lo que sentían cada una a lo que pensaban que podían sentir antes, durante y después de llegar a los orgasmos. Habrán estado como una semana así con los libros, que se iban acumulando. Intentaron leer a Proust. Nada. A Tolstoi. Nada. A Goethe y su Werther. Nada. A Dickens. A Eca de Queiroz. A Ibsen. A Sartre. A Marx. Hasta que leyeron Utopía de Tomás Moro, y ahí sí, sin saber cómo ni por qué, empezaron a coger nuevamanete. Como en los primeros tiempos. Y eso volvió a ser, como si hubiesen olvidado todas las lecturas, lo más placentero que experimentaron en el plano de todas sus lecturas pre copulación. En realidad, habían metabolizado todo y sus ondas cerebrales parecían estallar en visiones caleidoscópicas que propagaban delirio y lujuria y buscaban entre otras palabras difíciles de encontrar pero que se parecían mucho a la desesperación, ese que todo el mundo le llamaba y conocía, como el amor. Hasta que fumaron marihuana.

Mucha marihuana. Y de la buena. La que pega, les dijo la chica del camping que se las obsequió, luego de hacer un trío en honor a una lectura del Marqués de Sade junto a ellas. Y ahí sí, empezaron a leer de todo nuevamente, y todo les resultaba extraordinario. Nuevamente. 

Librería. Caminata, Porro. Comida. Librería. Canje. Hurto. Pago. Caminata. Porro. Comida. Camping. Carpa. Amor.


Celine. Burroughs. Huxley. Kerouac. Ginsberg. Ferlinghetti, Breton, Vaqché, Artaud, Pound, T.S Elliot, Hemingway, Fitzgerald, Stein, Sterne, Perec, Poe, Lovecraft, hasta que una buena tarde se dijeron que habían leído muy pocas mujeres y fue entonces que empezaron a hacerlo. La condesa de Lafayatte les voló la cabeza, luego empezaron a pasar muchísimas pero sería poco producente comenzar a nombrarlas. Tan solo diremos que fueron leídas por ellas en la ante sala del sexo, Safo, Jane Austen, Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Jane Didion, Sor Juana Inés de la Cruz, Emily Dickinson, Marosa Di Giorgio, Mistral, María Moreno, Sara Gallardo, Elena Ferrante (Tenían la certeza de que era un hombre), Anna Arendt, Susan Sontag, Gloria Fuentes, Idea Vilariño, Pizarnik, Storni, Lange, Rosalía de Castro, Florbela Spanca (Po recomendación de un autor que conocieron en un congreso en México, llamado Fonseca) Willa Cather, Elena Garro, Elena Poniatowska, Luisa Carnés, Natalia Ginzburg, Hiromu Arakawa, Banana Yoshimoto, Mary Shelley, las hermanas Brönte, Flanery O´Connor, Carson Mc Cullers, Dorothy Parker, Patricia Highsmith, Alice Munrom Margaret Atwood, Selma Lagerlof, Colette (¿Cuántas francesas más iban a pasar por alto? Muchas) Agatha Christie, Úrsula Le Guin, Ama Ata Aido, Joyce Carol Oates, Katherine Mansfield, Hebe Uhart, Lliana Heker, Selva Almada (Discípula del maestro Lai) Claudia Piñeiro, Florencia Bonelli, y mucha literatura feminista, hasta que llegaron al final con Corín Tellado y J.K.Rowling y ahí dejaron de leer por un buen tiempo sin darse cuenta cuanto tiempo se la habían pasado entre libros.

—Poco hemos leído—dijo un día una de ellas. Recostada sobre la espalda de la otra que yacía recostada sobre la bolsa de dormir.

—Siempre es poco.


Luego, un día, empezaron a caer los buitres como yo. Y ellas dejaron de ser ellas. Y se fueron convirtiendo en otras. En ella. Pero eso fue de a poco. 
Así es el amor.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Hospital

"Tenía verguenza de ocupar un lugar en el mundo en el que la comodidad estaba hecha de compromisos".   Artaud.


-Decime que favor es‬.

Pero no se lo dijo y los mensajes jamás llegaron. Y jamás volvió a saber de su paradero ni de su interconector ciberespacial. 


Me limité a cumplir las ordenes del psiquiatra. Y me quedé en mi mambo. Por un largo tiempo. Dijo, ni bien terminó todo. 


Y salió al patio del hospital de vez en cuando a contemplar el verde y los pájaros y a fumar. A lo Panero. Que mas da. 


Vale.

Tensión

Navidad. Vecindario. En frente. 

Un hombre puso su pistola en la frente de su mujer frente a su hijo que a partir de ese día inició su carrera como poeta.

Navidad. Vecindario. En frente.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Los pistoleros

El café resto bar “El Tropezón” solía ser un lugar de mala muerte. Como el pueblo que lo contenía. Y la llegada de los pistoleros, los mismísimos hermanos Don Pedro y Monseiur Felipe, empeoró las cosas, mucho. El primer lugar que asaltaron los pistoleros fue el kiosco de la vieja Chiche, en un asalto que duró lo que duró el miedo de la vieja cuando vio el treinta y ocho del viejo Pedro apuntandole en la cabeza. El segundo lugar fue la biblioteca que atendía un joven llamado X. Y el cuarto y el quinto no se sabe porque nadie hizo la denuncia. 
Asi se hicieron los pistoleros conocidos y a fuerza de que se empezó a usar la consigna vale todo, ganaron definitivamente terreno cuando desalojaron a los tiros al comisario Luis Oscar y sus secuaces lameloides. Ahora el barrio se había transformado en un barrio peligroso y tanto como Pedro como su hermano Felipe dijeron tener contactos importantes que beneficiarían el lugar y su concurrencia. Todos tomaron a bien eso y no se hicieron tanto problema por lo que pasaba en el pueblo. Tanto Pedro, como Felipe, parecía  ser bastante generosos. Curiosamente nocturno, el barrio se había vuelto, y, la gente comenzó a salir más de noche, pero si se zarpaba en algo la bajaban enseguida de un corchazo en la cabeza. Parecía que valía todo. Siempre.
La jida era la siguiente, pues la cosa también tenía su lado bueno. Y era que el barrio era ahora un constante jolgorio, que se parecía más a un carnaval de aquellos que nunca más se volvieron a ver, que a otra cosa. Nunca se sabía lo que iba a pasar ni bien doblase uno por la calle Tolstoi que se le aparecían unos niños con gomeras y flechas, cagándolo a pedos a todo aquel que se atreviera a nombrar la calle por su verdadero nombre y no como el que querían los niños, que según ellos, la calle ahora se llamaba Dr Semasendhi no se qué mierdas. Eran temas que solo hubieran podido resolver Don Pedro y Felipe, pero hacía rato que no se los veía.
Parecía que era todo como un complot.
Era obvio, necesitábamos orden y nadie hacia un carajo.
Los pistoleros se encargaron de eso. Ellos venían de no sé cual zona que eran constantes los chistes que los picaros de Vatteone les hacían, “ustedes vienen de mi cabezona”, les decían los picaros a los pistoleros. Y estos se mantuvieron, ese día, callados, mientras todos reían y festejaban, hasta que su paciencia se colmó, y esa tarde, la primera tarde, los pistoleros sacaron sus pistolas y bajaron de unos cuantos tiros a varios de los picaros que los estaban cargando. Después de hacer correr la sangre, dijeron:
-No venimos a joder a nadie, ni queremos que nos jodan, solo traemos una cosa, y así lo proclamamos: les traemos diversión, solo tienen que dejarse guiar por nuestras órdenes, y todo irá bien.
Otro comedido que creo que se llamaba Y, grito desde el fondo del bar que en este barrio nadie obedece a nadie más que a Don Pedro y Felipe, y ahí nomas los pistoleros lo bajaron de un tiro. 
-Pedro y Felipe somos nosotros. 
Curiosa fue la recepción de la gente que en el bar El tropezón se encontraba. Comenzaron a aplaudir y hacer resonar algunos vasos al grito a modo de entonación:

¡Muerte a Felipe!
Fuira el viejo Pedro
¡Que estos son los pibes que van a guiar al pueblo!

Y otros, más atrevidos, decían:

El jolgorio está, el jolgorio está, y es por la maceta,
vamos a gozar aha!
wepa, wepa, wepa, wepa

Y creo que fue ahí cuando los pistoleros se ganaron, o en realidad, forzaron, el respeto de todos. Nadie llamo a la policía, porque ellos eran la policía. Eso si, como todo se fue convirtiendo en pura joda, por lo menos fue buena la decisión de los pistoleros de que cada habitante salga a la calle enmascarado. Así nadie sabía quién era quién.
Así está el barrio hoy. Esto es ahora, que avanzo por la zona del Hospital hacia Gorki al fondo, y veo a las viejas culonas que se pasean con su antifaz en camisones para hacer alguna travesura. Y también veo los viejos vagabundos bukowskianos cortejar a hermosas señoritas jóvenes marquesas que nunca se habían visto por las veredas de la calle Tolstoi. Es obvio, nadie puede reconocer a nadie. He ido y venido de mi casa hasta el hospital por que hay una cuadra que la tengo que rodear para no cruzarme con conocidos que se han descontrolado y enseguida a todo el que pasa lo quieren empernar. Ilusiones y decepciones, encuentros y desencuentros. Así me encuentro ahora en este barrio que se ha convertido en algo que solo Felipe y Don Pedro pueden solucionar. Yendo a la casa de mi amigo y camarada, Cutruli.

Julian (o Juan) Cutruli (o kutruly) es el poeta oculto de la calle cabildo. Nadie sabe que escribe ni que es poeta, ni que está oculto, porque claro, no se lo ve. Una noche entre tanto buscarlo dicen que apareció en las sabanas de una vecina. Se armó un gran revuelo con el marido de la vecina, y seguramente es por eso que tomó el ocultamiento como rumbo. Hace mucho que no lo veo. Golpeo en la casa. Sale su amable abuelita, y me dice que no está. Que seguro está en lo de Y, o en algun negocio. La abuelita no me da tiempo a decirle que a Y lo reventaron unos pistoleros y me dice a lo lejos: god save Don Pedro. Y cierra con un portazo. Camino. Eso es lo que todos hacen en este barrio en el que nada se detiene. Todo culpa de los pistoleros, que han avivado a todos a la joda. Pienso en Pedro y Felipe. Con ellos esto no pasaba. Noto que me vuelvo demagogo y me detengo a pensar en una vereda. Pasa un perro como si pasara en llamas y me digo que esa teoría es cierta. Mejor me paro y me voy a deambular por ahí. Vuelvo a caminar rumbo al centro de El tropezón por Dostoyevski y al llegar al kiosco de la vieja Chiche veo al perro Pancho que pasó hace un rato todo empapado como si alguien lo hubiese mojado. La vieja Chiche, confundiéndome tal vez, me tira agua con un sifón de soda y la mando a la puta que la parió. Me voy al chino, X, que a pesar del toque de queda que rige en la ciudad desde la aparición de los pistoleros, debe estar abierto. La biblioteca se ha convertido en un almacen.
El café resto bar El tropezón sigue siendo el campo de juego del pueblo El Tropezón, ubicado, esto aun no se ha sido dicho, en los suburbios perdidos de Adñsqoor, en la Tolstoi/Gorki no se cuantos cerca del hospital central. Olvidos de adñsallf, como el barrio El Tropezón, y prácticamente todo lo que asñsallf ha olvidado. Pero dejemos atrás estas mierdas de ubicación y olvidos que no sirven para nada y volvamos al café, que a estas horas de la madrugada se ha transformado en el tugurio de mala muerte de siempre.
Unos borrachos, entre los que se distingue el hermano de Y discuten aun la muerte de Y, y aseguran que es toda falacia, una mera conspiración.
-Pero si yo vi volar por los aires cuando le dispararon-asegura exaltado, medio en pedo, el almacenero Jorgito.
Todos hacen oídos sordos, porque ya no saben que pensar. “Los pistoleros son bravísimos”, dice el hijo de tito. Quiero hacerlos mierda. Grita enfurecido y golpeando la mesa enloquecido como si no fuera él. Y tal es el revuelo que toda gente se enloquece y comienza a correr por todo el bar buscando la salida que nadie encuentra. Un tiro al aire proveniente de un viejo que toca el acordeón apaga el foco que todo ilumina y calma todo. Y todo se nubla como niebla, pero es una niebla oscura, negra.
De repente aparece alguien…nadie puede verlo…se sienten solamente sus pasos…Humo y un olor raro que nadie identifica…
(Escena que es digna representación teatral)
(En el café, todos corrían enloquecidos, buscando una salida inexistente, en realidad inhallable, por el humo producto del tiro del viejo que toca el acordeón, que acalla todo, y aparece una sombra, un fantasma)
FANTASMA DEL VIEJO PEDRO: que carajos pasa en mi pueblo, ¡puta que los parí!
JORGE (el almacenero): Mierda, está vivo.
TITO (hijo): que va a estar vivo, pelotudo, no te das cuenta que es un fantasma.
JORGE: a quien le decis fantasma, digo, pelotudo, la que te…
(Quilombo. Nuevamente un torbellino de voces que intentan hablar y otras que callan para dar pie a nadie y a todos. Todo es inconfundible. Se ruega tratar de seguir leyendo. Se solicita un nuevo tiro del acordeonista)
PAAAAAAAA
FANTASMA: Felipe, deja de tirar tiros que se van a dar cuenta que sos vos.
ACORDEONISTA (¿FELIPE?): Cállese, trolo viejo, y no diga estupideces.
FANTASMA: ¡Bueno basta! Yo sé que están todos alterados. Les vengo a decir que pronto apareceré y pondré orden con mi hermano. Haremos una joda que dejará locos de envidia a esos pistoleros y se armará una guerra. Vayan viendo de qué lado van a estar, pelotudos.
(El fantasma de Don Pedro se esfuma como se esfuma el dialogo y las personas del bar cuando todo termina luego de un controlable incendio. Una inmensa ola de agua deja las sillas todas empapadas y las mesas echadas a perder. Aparecen unos hombres con mangueras vestidos con un uniforme de ocasión y cargan al acordeonista, al almacenero, y al hijo de Tito, para llevárselos al hospital. Demás está decir que el primer tiro que tiró el acordeonista causó un cortocircuito de San Puta que viene perfecto al relato y que por eso todos corrieron enloquecidos, y otros alucinaron el regreso olvidados, y otros pidieron por quienes misteriosamente se habían ido.)
SE CIERRA EL TELÓN
Camino rumbo al chino y veo que está abierto de par en par. La china, que me conoce me invita a pasar y hago lo que tengo que hacer. Mientras se lo hago oigo voces atrás y me cohíbo un poco. Ella me dice que no pasa nada. Debe estar Julián (o Juan) Cutruli con la señorita que atiende en la parte de atrás. Me río un poco. Al salir del chino veo pasar una ambulancia y cuando llego al bar los bomberos ya han controlado un pequeño incendio culpa de una bala al techo.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Día 25

Kutruly, pronto supo, que la chica de humo de la que se había enamorado, cumplía años el día 25 de un determinado mes. Mientras, entre libros, pasó el tiempo miserablemente hasta que su madre lo echó de la casa y anduvo vagando por el período de diez años en lo que el consideró su exilio. Sin patria, sin ideas, sin perspectivas, había cambiado tantas veces el nombre que casi había olvidado el actual. Pasaba el tiempo holgazaneando, delirando, hasta que empezó a escribir historias borrosas, que ya no eran poemas, sino historias matemáticamente borrosas, que dejaba en cualquier parte, todas relacionadas simétricamente con ese día 25 de alguna manera.

Hubo una historia de Kutruly que hablaba de bibliotecas perdidas en pueblos perdidos, como, por ejemplo, El Tropezón, donde Kutruly, con una destreza técnica muy pobre, contaba la historia, su historia y lo que recordaba de ella, desde la perspectiva de un joven estudiante de matemática llamado X, cada vez que iba los días 25 de cada mes a pagar la cuota de la biblioteca. La biblioteca, pequeña, agradable, que tenía los libros que debía tener, recibía al joven estudiante como si fuese un milagro por ser el único, en días invernales, en ir, y muchas veces parecía que era el único en la ciudad, porque El Tropezón ya no era un pueblo, que leía.
Allí, en la biblioteca, ese mismo día 25, cada vez que llegaba el estudiante, y aquí la historia se ponía pesada, ocurría la repetición, con variaciones, de un mismo diálogo.

Lo único que escribía Kutruly era la repetición de este dialogo. Muchas veces con distintas palabras.

El joven X entraba y esto era lo que escuchaba ni bien traspasaba el chirrido de la puerta.

-Pero Chiche, no te enojes, que no pasa…no seamos dos personas que se rechazan y nada más.
-Ahora me salís con esto... No te entiendo... No pasa nada... No pasa nada… Como qué no pasa nada... Pasa que no quiero que te me acerques nunca mas en la vida… No entiendo como te da la cara para hacerlo... Sabes que no me gustan las flores, ni las latas de aceitunas, ni esos poemas que escribís, Luis Oscar... Y seguís insistiendo... Por qué no me dejás en paz, por favor. Y te vas que tengo gente. ¿Cómo estás “X”? ¿Venís a pagar la cuota por adelantado ya?

Y esto es lo único que queda del único cuento que fue encontrado y mostrado, sino, tal vez, de los cuentos de Kutruly.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Perec y la letra

     "...No tenemos trabajo..." Leo Maslíah




Él trabajaba.
Las papas quemaban.

Y aunque había eminencias que decían que esa era una frase inadecuada para decirse en base a cualquier instante que se esté x ir a la mierda, se entendía a que quería referirse al decirla.

Su mamá, que mujer, trabajaba en la peluquería, mientras él escribía en la parte de arriba de la casa. En la parte clara. Y pasaba días y días en una trama, que incluía, la falta de una letra.
A falta de seguridad, navegaba mares y mares de mucha sal y calamidades.

Las papas quemaban.

¿Cuál era la letra que faltaba?
Ge-O-rge, trabajaba.

martes, 20 de noviembre de 2018

Fotos viejas

Se miran
como si nada más
existiera.

2666 - Bolaño: un accidente

2666. Un accidente. Una posible lectura.

El día que compré la novela, la última novela de Bolaño, escrita prácticamente desde la tumba, cuando las papas le quemaban en serio, ocurrió un hecho que es digno de contarse.

Fue un domingo. 

Un tren le pasó por encima a una persona en Temperley. 

Recuerdo todo como si hubiera sido hoy. Llovía. En forma de garúa. Hacía frio, era invierno. Había ido al Parque Centenario.

Todos vimos como estaba la persona bajo ek tren, estaba viva.


domingo, 4 de noviembre de 2018

Iglesia

Un buen dia de calor. De repente. Como si hubiese visto al mismísimo demonio, así comenzó a andar, mi vecino de junto, el tal Carlitos.

Su mirada, de un dia para el otro, no volvió a ser la misma, y se volvió mas retraída, mas ida. Como si su foco no estuviera enfocado, o no quisiera estarlo. La vieja María se la pasaba en el bingo y ni bola le daba. Carlitos se la pasaba en la casa la mayor parte del día, hablando con los perros y con él mismo. Trabajaba por las noches como vigilador en un sanatorio privado.

Trató de disimular su locura cuanto pudo, tanto en su laburo como en el barrio, y a las preguntas mas incisivas que recibía, de familiares confites, o de vecinos, o del almacenero, del tipo:
-Che Carlos, ¿Qué mierda te anda pasando?¿Estás bien o comiste mierda?
El callaba, como si no tuviera nada que decir, o contestaba, tímidamente:
-No sé que me pasa.
Como si supiera que no estaba bien.


Bueno, la cuestión fue esta, el domingo, hará ya unos dias, Carlitos agarró su revolver (trabajaba en una empresa de seguridad privada) y fue a la iglesia.

Alli, en el medio de la misa, se subió al estrado, y desató el caos. Al reverendo lo bajó de un tiro en el entrecejo. Y comenzó la balacera contra sus hermanos y hermanas. Tiraba balazos a lo loco. Suerte no mató a nadie.

Cosas extrañas pasan siempre en las iglesias.

Desde uno de los asientos, un viejo, se puso de pie. Sin asco, amacijó a corchazo limpio. Carlitos cayó de bruces, como una bolsa de papa, producto de la consistente descarga. Se la habían dado con queso. El viejo siguió tirando hasta que se le acabaron las balas y un montón de tiros fueron a parar al cristo. Cuando hubo de terminar todo, como en una película de acción, un leve respiro de alivio se apoderó de la sala. Todos se retiraron en silencio.


Como vecino de junto, me avisaron ni bien sucedió el hecho. Fui hasta el lugar, y oí cómo las viejas, entre ellas una que se llamaba Chiche, a la salida de la iglesia, cuchicheaban diciendo que un buen hombre (intuí que era el viejo) los había salvado como si hubiese sido el milagro de un angel. Mientras que el otro,(o sea, mi vecino Carlitos) andaba endemoniado como si le faltaran un par de caramelos en el frasco, o bien, como si hubiese visto al mismísimo demonio.

Hacía calor, mucha calor.

sábado, 3 de noviembre de 2018

El calor

Cuando le comentó a su mejor amiga que una plantita sostenía su enamoramiento, pareció mas un chiste que cualquier tipo de confesión. O un plagio inconsciente y desconocido y mal hecho del cuento "Tantalia" de Macedonio Fernández.

Los dias eran calurosos e inaguantables. Insoportables para las confidencias de amigas. Corrían los tiempos del celular y la insensibilidad. Los días del dólar.

Lucía se sintió mal y lo único que hizo fue esperar de a poco a que las cosas comenzasen a mejorar. Cuando le contó a su mejor amiga Chiche como se sentía, esta le dijo que esté tranquila.

Sin embargo, venía todo mal, el chico del que se había enamorado le había dicho que no. Un tal "X", fanático de los Beach Boys y de los buenos modales. Compañero de facultad, que le dijo que no, de una manera quizás algo hostil, varonil, acusándola de loca.

Lucía no se desenamoró asi porque sí. Como si nada. No pudo. Tampoco se llenó de resentimiento. Sino que se detuvo. Como si algo hubiese tocado el boton de pausa en su circuito rutinario.

En su familia no notaron nada. Ella se encargó de disimularlo a la perfección. Trató de seguir su vida a pesar de todo. Cama. Colectivo. Facultad. Colectivo. Cama. Tal vez, se habrá preguntado fervientemente, qué era eso del amor, y por qué hay personas que deciden que otras no formen parte de su vida. Y cosas de esas. Y cómo le afectaban y hasta qué punto la incumbían. O sea, hasta que punto ella dejaba entrar o no personas a su vida. Etc.

Chiche fue la única persona que supo del asunto y guardó silencio a pedido de Lucía mas porque no le creía que porque esta se lo pedía. Se juntaban a tomar el té y a pesar de la diferencia de edad entre ambas, podría decirse que se llevaban bien y que la relación pasó por muchos estadios. Lucía creció y Chiche envejeció. Chiche se mudó y Lucía se fue a vivir sola. Y ahí su historia se pierde...pues...Asi pasó largo tiempo de su juventud hasta que tuvo la imperiosa necesidad de soltar. Tuvo una idea. Cuando se la contó a su amiga Chiche, mediante una llamada telefónica, su mejor amiga, la Chiche, incredula como siempre, por los días de calor, no le creyó. Cosas de la vida.

-Una plantita...sos loca eh, mira que una plantita es dificil que pueda sostener un desamor. Pero un rifle...mejor...Leete algo... -fue lo unico que le dijo su mejor amiga, para tranquilizarla.


Lucía años después, se compró un rifle. Y una mañana se mató. Antes de que comenzara a hacer calor nuevamente como siempre. Y eso es todo lo que se quería contar.



lunes, 29 de octubre de 2018

Minimalismo

Pasillo de hospital. Estuvo horas en ese banco duro. Voces apuradas, infectadas, extrañas, susurraban. Miró su celular:


Es hora de que vuelvas a casa.

viernes, 26 de octubre de 2018

Tormenta

Era una de esas noches malas, oscuras, ventosas, en que comenzaba a ocultarse, de a poco, la luna; los coches, destartalados, raspaban las calles rotas, y la intensidad del viento hacía que circulasen con precaución.

Cuando por casa de su madre, cayó, como peludo de regalo, el poeta de los fierros, Luis Oscar. Trabajaba en una metalúrgica. Y se había peleado con su pareja actual.

Pidió permiso a su mama para pasar la noche. Dormis en la cama de tu hermano, que salió de gira, le dijo su madre. Luis Oscar se acomodó.

Se sintió como en su casa, se bañó.
Le contó a su madre sus problemas, que sus hijos seguían sin hablarle, que se le había roto el coche, y que se había peleado con su novia por un gatito. "Tipo grande", fue lo único que le dijo su madre, y lo dejó solo ahi en el living. Hundido en el sillón con su resaca.

Se puso observador. La perra de su madre llamada Luli, le gruñia al gato Silvestre cuando este queria acercarse a cargosearla. "¡Fuira!", gritó despacito él y todo problema se divisó. Se puso cómodo. Tuvo tiempo para contemplar el ambiente delicado de una mujer grande. Su mama sabía de estética.
Un libro de Ezra Pound estaba sobre la mesa ratona. Leyó el primer poema detenidamente y lo dejó en donde estaba. Debajo había uno de Katherine Mansfield y otro de Hebe Uhart. Una lágrima le cayó sin que se diera cuenta. Pero creyó que era debido a su trabajo de soldador y se secó con una servilleta. Prendió la televisión y puso netflix. Peliculas de amor, series vistas hasta el primer capitulo. Se levantó del sillón y caminó hasta la cocina. Se hizo un té, necesitaba calmarse, ya se había pegado una vuelta por el bar "El último trago". Se sentó en el sillón con el té en la mano. Y empezó a tomar el té, caliente. Fue ahí cuando se fijó en su celular, que le había traído más quilombos que la mierda. Y atomizó.

Envió el mensaje de texto para romper el hielo.

-Hola Chiche, podemos halar...Él estado¿es para mi?
Ella le contestó:
-Si. Hablemos pero sin discutir porque ya estoy cansada y muy angustiada. Ya encontre tu bateria y el paf q te olvidastes.
-Estoy sin auto. Se rompió el semi eje, viene hacer, arranca, pero no giran las ruedas. No sé, mañana me lo compra mi hermano con la targeta.
-Uuuu.y sale caro areglarlo?
-Bueno. Almenos tiene solucion.
-Vos como estas de la precion? tomas los remedios?
-Mal y bien. Si. Tambien tomo otras cosas. Vos pensas k yo no sufro x lo nuestro, no hay más nada k hablar.
-Por qué sos así?
-No sé, xk ahora sos libre y podes hacer lo k se t antoje.
-Yo tambien estoy sufriendo. Estoy re mal.
-Yo tambien, pero vos parece que no, tampoco comi, pero ya se me va a pasar...x lo menos desde las 8 k estás en línea, con Kien, para eso estás bien.
-Te equivocas Luis Oscar. Estoy muy mal y no tengo ganas de nada. Ni como. No se q me pasa. No tengo animo ni de levantarme de la cama. Vos almenos tenes a tu familia q te contiene.yo no tengo a nadie. Estaba hablando con mi prima Jimena.
-Ya está me voy a dormir, vos nosé k vas hacer, xk mañana me levanto temprano para arreglar el auto.
-Bueno veo que tenes ganas de seguir peliando.
-Chau asta mañana k descanses.
-Disculpa. No te molesto mas. Que descanses.

Pasaron unos minutos y él siguió conectado, y ella tambien. Y él veía como ella hacía que le escribía y dejaba de hacerlo. Tambien, veía que seguía en linea y eso le dio por las pelotas. Afuera, en la calle, ya se oían los vientos que acechaban con mas fuerza. Y las ramas de los arboles se quebraban presagiando tormenta. Fue él quien volvió a hablar.

-Y seguís en línea, con Kien, a lo largo, decís en el estado, ¿es para mi? Seguis hablando con tu prima, o primo sera.
-Basta Luis Oscar con los celos. Yo te respeto aunque no estes a mi lado.
-Y no me contesta, lo k pusiste en el estado, es para mi.
-Estoy hablando con mi prima. No te olvides de tomar  los remedios. Cual de todos los estados?
-El séptimo.
-Si. Lo puse por vos. No sé que nos está pasando. Te extraño, ¿por qué no volvés?
-No sé, yo tampoco entiendo. Mañana cuando arregle el auto amor hablamos keres. Estoy muy triste por todo. No entiendo que nos esta pasando.
-Yo ya no tengo ganas de seguir viviendo. Parece que el mundo esta en mi contra. Me siento muy sola. No le encuentro sentido a la vida. Estoy cansada de sufrir.
-Sí amor tenés razón hoy vino una de mis sobrinas a lo de mí vieja y le dijo a mi vieja una gran verdad.
-Lo unico q te digo es q  fuistes y sos muy importante para mi. Sos el unico hombre q ame, y deseo que siempre me recuerdes y me lleves en tu corazón. Yo se que no valgo nada y q tengo muchos defectos pero nunca nadie te va a amar ,cuidar y respetar como yo, porque mi amor es puro e incondicional. Lo la muerte de Lucía me hiso muy mal. Mi hermano Kutruly q se fue a vivir a España. Mi mamà Amanda q ya no la voy a poder ver mas y vos que me tratas mal. Ensima no tengo trabajo y todo me va mal. Me hicistes muy feliz y  gracias por todo lo que me distes aunque no lo merecia. Y te pido perdon por todas la veces que te hice renegar incluso con el gatito ahora. Perdon por todo.
-Mañana hablamos amor keres. Tenés mucha razón amor y no te quiero perder vos sos todo para mi.
-Pase lo que pase quiero que siempre recuerdes lo bueno de mi y que seas muy feliz porque vos te lo mereces. Te amo con todo mi ser.

En llamas, él no esperó hasta mañana. Ni a que le repararan el coche. Ni a pedirse un remis. Le dijo adiós a su madre y le dijo que cualquier dia de estos la visitaría como en la época de buenas nuevas. Le dijo que ahora era tiempo de tallar y que todas las cagadas que había hecho de a poco las iba a solucionar. Agarró una campera que había en la pieza de su hermano y se la puso. Con decisión, se encaminó hacia la puerta, dispuesto a ir a arreglar las cosas con su amor.

Sale Luis Oscar, tal vez con temor, dispuesto a empaparse, en medio de la tormenta.

Trabajo práctico

Venía todo para la mierda. Me había peleado con todo el mundo. Con mi vieja, por quedarme con un vuelto. Con poetas jóvenes, por acusarlos de lameloides. Y por mas que buscaba, no podía conseguir trabajo. Ingles intermedio. Dos años de experiencia. Hijos de una gran puta. Un trabajo que no fuese un acomodo a todas lineas, sino un premio a mis capacidades. Cosa que en realidad no tenia. No habia. Ay, dónde estarian Roberto Arlt y John Kennedy Toole en el desastre de mi biblioteca.


La cosa se ponía cada vez peor. En mi casa, ya se había acostumbrado a que sea un zoombie. En lo de mi abuela, me decían que debia ponerme las pilas. Yo no les daba pelota. Estaba en quilombos literarios, queria saber qué pensaba Borges en el ultimo momento de su vida, anhelando la muerte como quien anhela pocas cosas, aunque en cierto punto me afectaba. Repasaba su carrera hecha en el intento trunco de retirarse de la poesía y de la vieja Francia como quien sabe retirarse de una mesa de póker ganador, pero a la inversa. La litertura era saberse perdedor de entrada. Pero no era perdedor la palabra. Tampoco ignorado, olvidado o "indiferenciado". Era una que es dificil nombrar pero que se le parece al silencio o a la desaparición. O al silencio que produce una desapareción.

Allí en lo de mi abuela, revisaba el telefóno de mi tio y veía sus mensajes melancólicos con una nueva tia cuando se separaban y se mandaban cumbias. Estaba jodida la mano, mandarse Luis Miguel, Pardo Nardo, Los Panchos, etc. Pensaba en mis abuelos solos. Rosamel Del valle. O rosamel araya. Mi madre y el mar. Cementerio solitariamente construidos. Viejos amigos lejanos. Olvidados clubes desaparecidos. En acción.

De vuelta en casa, leía todo tipo de articulos sobre Wittgenstein. También lecturas por arriba. A través de las clases que me contaba que tomaba un amigo poeta, uno con los que me había peleado, de la facultad de Filosofía. Paradoja bestial que Wittgenstein, ingeniero, haya metido la pata hasta el limite de la prosa intocable de la filosofía.

Yo, que lo entendía menos que Rusell, no Bertrand sino Raymond, yo, que leía esas cosas desde la academia de ciencias económicas, más lejos que nadie de todo, no podía decir nada. Lejos de todos, todos, de lejos...yo, iba poder entrar en la literatura cuando dejase el yo, como dijo Kafka. Como hizo Celine.

Hasta en esos dias de calor, recuerdo que trabajaba los clasicos. Había construido una magnifica telaraña que comenzaba con los enlaces de Poe y Baudelaire y hacía tiempo que permanecía ahi mirando una serie que se llamaba Twins peaks. La serie de David Lynch.

Me desviaba el tema de que me había peleado con mi mama, porque ella me había devuelto el disco Blackstar de David Bowie. Entonces me la pasaba escuchandolo. Entonces leía cosas como si fuera mi madre, y tenia que tratar de leer hasta donde habría leído ella. Y sacar conclusiones de cuales habian sido los motivos del corte de la lectura en ese punto. Y de paso de nuestra pelea. Un libro de Galeano y otro de Emily Dickinson. Yo jamás lei bien la poesia.

Irme a beber por ahi con geishas kafusianas y prestarle algo de efectivo a un primo bukowskiano, era una opción. Esos quilombos me había armado.

Me encontraba la mayor parte del tiempo en el altillo, reflexionando, el lugar de la casa que creó mi hermano para que yo investigue sobre el lenguaje, sobre los jardines, ahi tenés la madriguera, me dijo ese dia, y yo llevé ahi mis miserias. Y desde ahí fue que me dije que tocar el piano era cosa de trabajo. Las variaciones de Glend Gould no eran moco de pavo. Y hacía poco que había descubierto un loco que se llamaba Lang lang o algo así. Cuando me puse a ver qué habia por los lugares de donde soy oriundo, me encontré con monstruos como Barhenboid o Argerich. Y me limité a escucharlos y a pensar en ellos de vez en cuando. Los relacionaba con el tema del trabajo. Pero no el trabajo como fuente de recursos para vivir y ganarase la vida. Sino como el trabajo espiritual para salvarse.

Fue ahí cuando volví a hablarle a mi ex, con quien habíamos leido a Simonde Beaiuvour (sin desconocer la obra de Sartre) y con mirabamos tardes enteras animes japoneses. Los bellos recuerdos de la secundaria. Estuvimos ahi de viajar a Japon, hasta que se fue todo a la mierda. Nos peleamos por pavadas y dejamos de vernos. Volví a hablarle. Y volvimos a entablar conversación. El mundo del wpp es mas sencillo. Me habló de animes nuevos, creo que me los había recomendado hace un tiempo, como tambien me había recomendado musica kpop.
Fue una confesión cuando me dijo que estaba por viajar a Japon y que hablaba japonés y cuando me dijo que, bueno, cosas que escapan al relato...

Sin saber cómo, un dia de subte a la salida de la facu, viajé para encontrarla, ella daba clases de Japones en la facu de psicología, en la calle Independencia, a unas cuadras de la de Sociales. Debía verla y decirle cuanto la quería. De nuevo.

En el viaje vi que un muchacho hipster leía con entusiasmo un libro. Y lo tenía señalado con esas cosas de colores y anotado por todos lados. O sea, un lector trabajador. El libro era uno sobre David Byrne. Al principio, ese nombre no me dijo nada, y una consulta que bastaba para saberlo cuando le pregunté al muchacho, tampoco.
-Che, amigo, quién es David Byrne.
-David Byrne papá. Este loco es una máquina.

Confieso que no le pregunté mas nada porque ese dia tenia la cabeza quemada con el tema de la clase Bernoulli y la serie sobre Heisenberg que la profesora había interconectado de una manera estrambótica. Y porque estaba cada vez más cerca de comenzar a buscarla, sin saber si la iba a encontrar.

Suaves solidificaciones me invadieron cuando escuché su música. De vuelta en el viaje en tren. Todo estaba bien. Y no quiero hablar mas de lo que se debe callar.

sábado, 20 de octubre de 2018

El curioso y misterioso detective Cutruli

Haikus...Harakiri...             

"A thousands kisses deep" Leonard Cohen

☆☆☆
¿Lloraremos
algun dia
en otro idioma?
☆☆☆

...
Dedicados a niña dulcehumo,
¿granos? ¿tatuajes?
que
¿llora? japonés, oye Kpop, Paramore, y ve una serie muy amena. Una niña como todas, observadora.
Linda.
Suicida.
...


Selección de una inmensa cantidad(como seran los otros)
...
Me levanto temprano
y desayuno
apurado.

...
Oigo a mamá
decir
buscá trabajo.

...
Viajo en tren
y respiro
fuelles.

...
Allá
el estado
en tu barrio.

...
Voy al subte
salto el
molinete.

...
Así como vine
 voy
y busco.

...
Detective japonés
como un
artefacto

☆☆☆
Chateo
por wathsapp
con Ran.
☆☆☆

Casa
Japonesa
Dibujos en estado interpretativo.

...
Viaje distante siempre
tarde
pierdo mundos.

...
Gym
estoy de vuelta
¿Boogie Street?

...
Visito abuela llamo abuela
hablo
pavadas.

...
Hey
rezo por vos
vieja excusada.

...
Son las 4 am
mi hermano
canta.

...
Abandono
grupo de amigos
suelo hacerlo.

☆☆☆
Villa Vatteone
Se planta
Y paga.
☆☆☆

Desde una Ventana

"La vida se mira con mucho más éxito desde una ventana sola, después de todo."
F.Scott Fitzgerald




Eran dos pacientes psiquiátricos en el manicomio de El Tropezón.

-Por qué no me hacés aunque sea una pajita, "ventana"- le dijo su compañero de cuarto.
Y ella, que en sus ratos libres, los más, pintaba cuadros muy parecidos a los del pintor Edward Hopper, y leía novelas norteamericanas de la década del 20, hubo de recordar el dia en que se hizo su primera "pajita". Si. En el hotel de San Clemente. Allí se la había hecho, pero le había resultado extraño, no le había salido eso que le había dicho su primo que debía salirle, eso que le llamaban guasca... Aun recordaba cómo, cuando, y donde se lo había dicho.

Estaban en la quinta de un tio. Los otros tios, se habían puesto recontra en pedo. Habían comido. Chupado. Y los chicos y chicas se habían metido a la pileta, jugado al futbol. Y vueltos a meter a la pileta despues del futbol. Y se quedaron sin hacer nada hasta que empezó a oscurecer.

Cuando oscureció del todo. Cuando la noche se cerró. Todos los primos, se pusieron a jugar a las escondidas. Inclusive las primas, que se escondían juntas, para sentirse mas seguras. A excepción de ella, que le gustaba la soledad...Pues si... Ella se escondió sola. Y al rato, alguien apareció. Uno de sus primos, el que mas le gustaba, por ser mucho más grande que élla, se le arrimó. Comenzó a acariciarla. Ella cedió. Y ahí fue cuando él le bajó sus pantaloncitos y le metió esa cosa, que a ella le pareció una banana. Al principio le dolió mucho. Pero su primo la calmó diciendole que no la iba a lastimar. Por la cola hay que hacerlo despacito, le dijo. Y comenzó a darle. Murra. Fue hacia atrás y hacia adelante, metiendo y pujando, cada vez más, hasta que sacó su cosa toda mojada. Ya cansado. Es guasca, le dijo. Y le dijo que ahora le tocaba a ella metersela. Pero la de ella era muy chiquita, según su primo, y por eso, a pesar de haber hecho el gesto, nada de guasca le salió.

Tuvieron dos o tres encuentros parecidos. Siempre en la oscuridad. Cuando jugaron un juego que le llamaron el cuarto oscuro. Se encerraban todos y uno tenía que buscarlos. Ahi hicieron la travesura y era su primo el que se la metía. Objetando que ella tenía que crecer más para poder hacer lo mismo. Arremetía duro. Y ella comenzó a sentir eso que le entraba con gusto. Otra vez, y otra vez, cada vez que los tios se reunían, lo volvian a hacer. La ultima fue cuando en el cumpleaños de la abuela, mientras concinaban en el fondo, ellos se alejaron de todos para el lado del lavadero y su primo le bajó los pantalones y se la volvió a ensartar. Siempre por detrás. Era bravo ya de chiquito el primo. A tal punto que sus noviecitas, años despues, lo apodaron el "colero".

Al tiempo dejaron de verse...

El primo creció, y tuvo que buscar laburo, ella tambien creció y bastante. Se cortó el pelo y comenzó a vestirse como se vestían los chicos de su clase. Se volvió mas solitaria. Fue ahí, en esos años, cuando empezó a sentir cosas por una de sus mejores amigas, una tal Betty, pero cuando se lo dijo esta salió de raje. Entonces comenzó a hacer lo mismo que había hecho con su primo, con otros primos más chicos. Pero estaba vez por otro lado. Sus primitos la adoraban y la adoraron. Por mucho tiempo.

-Pajero, paja te hiciste vos el otro dia pensando en las enfermeras, pajero -le contestó ella.
-Que flasheás, ventana, yo no me pajié nada.
-Ah no, cierto que te gustan que los enfermeros te vengan a hacer la pajita.
-Me gustas vos ventana, pero no me das pelota, sabés que, andá a la mierda, vos y tus cuadros, ves que sos como todas las ventanas, ventana. El mundo está lleno de ventanas.
-Cierto que el otro dia te pajeaste pensando en uno de mis cuadros.
-Tus cuadros son una mierda, ventana, como los cigarrillos que fumas.
-¿Y en mis libros también?
-No sé de que hablás ventana.


"No sé por qué nos pasa esto a los chicos y a las chicas. Esto de tener que sacar guasca. Debe ser algo natural. Pero mas natural sería con chicas. Aunque no creo que eso les guste a mis tios. Que les metamos nuestras cosas a nuestras primas. Mejor entre primos. Asi nadie jode a nadie".

Escribió en un diario que llevaba, hasta que su padre lo descubrió y lo leyó y se enojó, y le dió una buena paliza hasta que decidió llevarla al hospital.

Alli continúa encerrada y pinta cuadros y a veces viene algun curador para llevar sus cuadros a alguna muestra, que acompaña con pequeñas descripciones poeticas de ella. En las que menciona a diestra y siniestra el agobio de tener un compañero de pieza, algo excéntrico, que se la pasa hablando de ventanas, por tener una historia muy larga y muy complicada, que se podría resumir diciendo que está encerrado por espiar mujeres por la ventana. A tal punto que le dice a todo el mundo ventana.

jueves, 11 de octubre de 2018

Los jardines del viento

                                 Para tía Graciela,
                                    in memoriam



              "Un jardín, una jovencita ondulante,
Una urna de vino, mi deseo y mi amargura:
Éstos son mi Paraíso y mi Infierno.
Pero, ¿quien ha recorrido el Cielo y el Infierno?"
                                          Omar Jayyam



Una escritora reconocida, en una entrevista que le hacían con un hermoso jardín de fondo, decía algo así como que le gustaban los pueblos, porque le recordaban a su infancia que tenía "pincelada" en su piel como los tatuajes, aunque confesaba que jamás se tatuaría. Yo estaba en la cama leyendo la nota por la internet, ya despierto.

Cuando dejé de vacilar, de remolinear, sin saber cómo ni por qué, pensé que tenía que hacer, en el dia, algo distinto, qué se yo, cambiar algunas cosas que venía haciendo normalmente. Dejé de lado la locura de estar lejos de todo, cerré la laptop, con el link abierto de la entrevista de la colega, y más dentro, guardado bajo siete mil llaves cifradas, mi trabajo atonal de mas de mil páginas que tenía pensado titular: "Torrencialidad en los monstruos Laiseca/Bolaño y los nostálgicos crudos Onetti/Di Benedetto: caminos divergentes bajo el reflujo barrial campesino de Arlt-Rulfo y la mirada atorrante, cejuda, distante y erudita de Macedonio, el olvido para con todos estos del olvidadizo boom cagado a pedos constantemente por la voz severa y a la vez ausente de quien no debe ser nombrado por nadie nunca más, que nos dice, pero no nos dice, que hay que leer mas mujeres y que ellas se ocupen de todos los vagos hombres que han querido escribir para no laburar. Unas cuantas conversaciones sobre el tema",para presentar en un concurso literario de pendejos.
Con una leve agitación en el cuerpo, comencé a buscar en mi mente tatuajes vistos alguna vez y a recordar personas conocidas los tuvieran. Recordé bonitas y seductoras compañeras de facultad, todos mis primos y la anécdota de mi tio para zafar del tatuaje en la marina. Luego de aburrirme recordar tanta pavada, decidí viajar.

Me levanté de la cama, me encaminé al baño, donde meé, me bañé, afeité, lavé, me miré al espejo, lavé los dientes, me vestí, me acicalé, sequé y vestí. Salí, puse la laptop en la mochila, me puse la ropa y la campera y dentro de esta, un libro de poesía, luna de antología, de los mejores poetas y también los peores, los poetas desmedrados, que me había regalado una vecina, librera, de pieza. Salí al hall, saludé y dije que no iba a desayunar ni a estar en todo el dia. Me preguntaron donde iba, pero les mostré la mirada que ensayo todos los dias cuando me miro al espejo. Oí risas antes de cerrar la puerta de entrada.
Salí al zaguán de la entrada y miré el horizonte, un camino largo me esperaba.

Vivía desde hacía años en un centro para ancianos, en la ciudad de la furia. Un geriátrico, me había cansado de estar ahi. Necesitaba campo. Aire. Otra vez. Como cuando era joven.

En bosques station, diría el cartel, vería tal vez algún conocido, del real sociedad, y cuando este se me acercase como para saludarme, haría el gesto de buscar algo, como que me sonaría el teléfono o algo y entonces me pondría buscarlo, que finguiría no haberlo visto. Y con eso el desencuentro casual. Ojo, tampoco que vendría a hablarme. Hordas de gente, que recien notaría ya subido al tren, llegarían a la feria que se arma a los alrrededores. Y nos confundirían. No había que tomarse las cosas tan en serio. Me cansaría y cerraría los ojos.
Llegaría a varela y viajaría mas allá. Hasta el final.
En el camino creo que ni sacaría el libro. Solo miraría el paisaje. Un primo estúpido que de chico me consideraba a mi tambien un estúpido una vez había dicho cuando chico del lugar, el bolivianerío.

Un hermoso sitio para estar tranquilo. Saludé a mis amigos ancianos y partí. Un enfermero me dio su sube. Cargada. Viajé.

Casas hermosas humeaban por las salamandras, y habían perdido su pintura con el paso del tiempo y la avasallante  expansión de humedad por las paredes, contados escasos alambrados por seguridad, desvencijados los más, por donde se metían las comadrejas y los perros para realizar sus travesuras, quintas de verduras trabajadas por la mano de obra dejaban ver sus plantaciones excelentemente alineadas, mucha llanura y campo extenso que mejor no transitarlo en días de tormenta eléctrica, calles largas de tierra impasables cuando la llovizna incesante las conviertía en barro, y también calles largas de asfalto con rajaduras escabrosas los dias de sol, o nubes. Recuerdo que ese dia que viajé hasta allá el cielo estaba gris. O para decirlo de otra forma, mas actual, nublado. Calidamente nublado. Era primavera. Ah, y una cosa más; porque no me gusta referirme a El Tropezón como mi pueblo, perdido, y olvidado por todos. Si no como un pueblo de todos, y esto era así porque las personas, en este pueblo, se saludaban a pesar de no conocerse.

Divago, ahora en medio del delirio frenético, un rato, pensando si era y es posible, esto de poder conocer a otras personas, si apenas puede intentar conocerse a sí mismo. Oh, las clases de Filosofía en la facultad. Los compañeros, los amigos. Y económicas, oh si. Lo mismo. Los compas y amis. Cuando queríamos conocer el mundo y pensábamos que el mundo era sólo eso.

Tiempo pasado.
Divagaciones y distracciones apuraron mi llegada a la casa de mis abuelos. Viajé hasta el final del recorrido en el colectivo 500 ramal k la colonia. Cuando bajé me di cuenta de lo que me había sucedido.

Tarde. Me di cuenta que no llevaba conmigo la mochila. Y que había dejado olvidada mi laptop dentro. Que pelotudo. Qué hacer ahora. Intentaría llamar a la empresa. Pero alguien de seguro ya había primereado todo intento vano de hacerlo. Me lamenté mientras seguía caminando. Y me salían al encuentro perros de la tierra. Mágicamente tenía la antología dentro del bolsillo de la campera.

¿Cuántas veces había hecho el mismo camino sin perder nada o sin nada que perder?

Tiempo presente.
Un dia como hoy. Era joven. El mismo recorrido de siempre. Media tarde, día de semana, dia cualquiera, salgo del aposento donde me encuentro, tomo tren, dejo atrás el viaje en colectivo y voy pasando toda la descripción mal realizada anteriormente hasta llegar a la casa, la quinta. La posada de los pájaros. Los abuelos, seguro duermen siesta. Digo a lo alto, mientras me salen perros que me reconocen, que hay que ver. La tranquera cerrada, todo lo dice: hoy no se esperan visitas. Entre semana, me lo advirtió mi madre, no es día de visita. Sin embargo, yo estoy igual. Salto la tranquera como un intruso, lentamente, silenciosamente, y me sale al encuentro, furiosos, Juancito y Pancho, los perros, "los manto negros", como si volaran en llamas. Me chumban y huelen. Juancito, idéntico a Bengi, de color clarito, que mi daltonismo aun confunde, es el que más bufa. ¡Cucha! Y emprenden su huida, que mi teoría de que están en llamas y furiosos se refuta solo por esa voz en el medio del campo, que los alertó. Quien sino que  mi Abuelo, pegando un grito que ninguna vocal me permite describir. “¿Qué haces por acá? Pasto-así me dice, porque de chico me gustaba cortar pasto-, tan temprano”. “Todo bien Abuelo, ¿La Abuela duerme?”. “Recién se levanta aquella, vamos a buscar “salamincitos”, ¿vamos?, voy a calentar el coche”. Al encuentro con mi abuela ya oigo el motor bochinchero del Golcito.  “Viejita”. “Acompañános que vamos a buscar queso y salamín a la ruta. Después tomamos mate”.
Parece que aun los veo. El viejo saca el auto marcha atrás muy despacito por temor a pisar alguno de los perros que a su vez rodean el coche y lo torean. El viejo grita enloquecido: ¡cucha!, y en un flash presuntuoso, ya estamos en la ruta como si nos fuéramos de viaje largo. “Cuánto echamos hasta la costa, Pasto”. Para crear conversación, pregunto a mi abuela cómo esta ella y cómo está el abuelo, como lo veía. Ella me reprende que el abuelo esta acá al lado, loco como siempre. Reímos confusamente y me dedico a contemplar el paisaje. El coche va a 50, tranquilo. Verde. Campo. Pájaros andando. Otros sostenidos en los gruesos cables de alta tensión eléctrica allá a lo lejos.

Se me vino a la mente G.W.Hudson. mi abuelo había ido al museo y contaba que le decían, acá en esta piedra, se ponía a pensar jatson. Aca dormía jatson.

Era joven. ¿Quién?

El puestito de salamines y quesos y miel estaba a metros de la histórica y olvidada estación ferroviaria “Buchanan”. Quise hablar del tema con mi abuelo ese dia, preguntarle sobre si era verdad lo del fantasma que se veía por las noches ahí en la estación, que me advirtió que eran todos puros bolazos de los viejos. En fin. La vieja compró el queso, salamín y nos volvimos para la casa como quien vuelve del mercado. En el camino de vuelta se pusieron a añorar viejas épocas como cada vez que alguien, o yo, iba a escucharlos. Entre sus escasos y borrosos recuerdos, el paraje era bohemio, concurrido, nocturno, en el boliche El Tropezón se armaban bailes y corajeadas y venían algunos cantores como por ejemplo –según mi abuelo- Julio Sosa, que según él dice le dio la mano como quien saluda a una leyenda. Justo llegábamos al tropezón y nos detuvimos en la parada del colectivo a contemplar el lugar. Un viento se puso a levantar mucha tierra y mi abuela le dijo a mi abuelo, vamos, vamos a la mierda, pedazo de bazofia, y este encendió el coche, la cuatro por cuatro, para volar a mierda (vuelo a mierda, huelo a mierda, y callate, decía mi abuelo mientras aprietaba el radiador), a toda hora máquina hasta la casa. Llegamos, nos dispersamos, nos juntamos, nos sentamos afuera, y tomamos mate mientras el abuelo escuchaba radio y la abuela trabajaba la tierra de su jardín. Dejado hoy a la mano de dios y hasta diría perdido completamente. Olvidado. Ahora yo era viejo y vivía en un asilo de ancianos y no conocía a nadie mas que una muchacha librera y el agente literario que aun me publicaba a pesar de yo seguía encaprichado en no aparecer mas públicamente.



Debería haber hecho algo. Pero haber ido hasta ahí y no ser nada mas que un recuerdo es como si fuese sido un fantasma en búsqueda de un jardin fantasmal. Era agotador. Reconocí el lugar. Pero no pude entrar. "No puedo volver. Entonces, para qué", me dije mientras estaba ahi parado en frente de la casa, y mientras volvía en el colectivo.

Estos son mis pocos recuerdos escasos y borrosos del hoy olvidado paraje El tropezón, puro olvido. La mayoría de los campos fueron loteados, como las parcelas de mis abuelos destinados a nicho. Comprendo poco y sé que apenas recuerdo el recuerdo del recuerdo del recuerdo de mis abuelos zenónicos. Pienso, ahora que soy viejo,  que tal vez haya alguien, más confundido, que piense que lo que le estoy contando son puros bolazos. Sonrío levemente con una sonrisa que me bolacea a mí también. Me digo que de las personas amables uno nunca puede olvidarse.

Confusiones. No se si volví, si fuí, ni donde estoy.

Volví en el colectivo, luego en el tren esuchando una linda y extraña canción en mi tempo en el radiotransmisor. Leí un par de poemas chinos y chilenos, y cuando llegué, me detuve en esa feria de final de pelicula que se arma al costado de las vias de bosques, con mantas al piso y muchísima voluntad. Un muy lindo lugar literario.

Sonarían cumbias a todo volumen y gritos que no oí porque tenía puestos mis auriculares. Ahora recuerdo que el radiotransmisor me transmitía paz. Hasta que un alguien me tocó el brazo.

-Hey, señor, usted es el escritor, coso.

Un muchacho rechoncho y mal vestido, dejado y con barba rala y pelo tambien ralo, me había reconocido. Un milagro. Kutruly había sido visto. Me dijo que me hacía menos alto, y luego me pidió por favor que lo siguiera, si no le firmaba un libro. Un libro que estaba leyendo sobre mi, que cosa curiosa el destino. Me volvió a pedir que lo acompañara hasta su puesto en la feria que me lo iba a mostrar. Graciosamente, era un puesto de libros. Todos desparramados sobre una manta atigrada color naranja. Es verde oscura con vivos marrones, me corrogió cuando se lo pregunté. Me volvió a reconocer, riendose "es cierto lo del daltonismo de las personas de sus novelas". Confieso que me interesó que llamara personas a los personajes de las novelitas que yo escribía. Le dije hostilmente que no recordaba nada de mis personajes y que no se engolosine con los escritos de un viejo pelotudo como yo. Me dijo que no, que de ninguna manera, que no me tire tan abajo, que segun el libro que estaba leyendo sobre mi, donde el autor parecía conocer mas de mi que yo, era un artista -asi lo decía la contratapa- que rescataba obras del tiempo, un explorador de jardines extintos. Me quedé mirando la tapa del libro en cuestión. Con dibujos japoneses. Titulado, "(mi nombre): camino divergente y torrencial caleidoscópico...una mirada a los jardines extintos del expmorador de los jardines extintos. Unas cuantas conversaciones." Noté el error de imprenta o pensé en el error como una oportunidad. Pero callé. Miré a mi nuevo personaje ralo. Por qué no olvidados, le pregunté. Cómo, me contestó como si no me estuviese prestando atención. Le repetí lo mismo, y que me refería a los jardines. Ah si, porque los jardines olvidados son los jardines perdidos, y los jardines nunca se pierden, estan siempre ahí en el mismo lugar, me dijo el muchacho ralo, con tintes filosóficos que creí reconocer de uno de los libros que tenía ahi tirado para vender. No le dije nada. Me preguntó por mis contemporáneos. Le dije que no dejara de leer los clásicos. Miré que libros tenía y los habia muy buenos. Y no tanto. Le compré uno de autoayuda muy barato. "Para regalarle a una vecina librera que a veces me invita a tomar el té", me excusé, y me pedía libros de mi biblioteca para venderlos caros, cosa que oculté. Y aclaré como buen consumidor, diciendole que ese libro no se lo iba a vender a nadie. Le pagué, le firmé el libro que otro había escrito sobre mi, y le dejé el libro de antologia de poesía que había soportado conmigo el viaje, como regalo. Nos despedimos, un muchacho bueno, el muchacho ralo, llevaba puesta una remera que decía El mató a un policía motorizado. Tal vez el google me diría que querría decir eso. No se a qué clase de persona se le ocurre poner en una remera ese nombre. Y a que clase de personas usarla.


Llegué  al geriátrico.
En el kiosco de la esquina había comprado cosas que no debía. Había una nota debajo de la puerta de mi pieza que decía: "Hoy vine a verte y no estabas, como siempre, puto viejo". Puta madre. La tendría que ir a buscar a su habitación. Me senté en la cama y saqué los cigarrillos. Necesitaba uno antes de ir. Me serví un vaso de agua, tomé la pastilla azul, y luego otro vaso de agua y empecé a tomar hasta volverme loco y enamorado...

Aparecieron las enfermeras, objetando que no se podía fumar dentro de las piezas de los internos. Creo que empecé como siempre a llamar la atención hasta que vino el enfermero sube y me aplicó una inyección para calmarme. No me preguntaron nada, y me recordaron que esto no era un hotel alojamiento o un viaje de egresados. Pedí perdón y se fueron...

Recuerdo todo como si estuviera endurecido, como si tuviera tatuajes que no puedo borrar de mi piel, escribí delirando en mi mente, recordando lo que había puesto al comienzo de aquel escrito que tenía ya mas de mil páginas. Y que andaría perdido en cualquier lado. Pensé en ir a buscarlo, o en hacer la denuncia, pero recordé que lo había perdido y eso era una buena señal para que no quede mas de nada de mis miserias que a nadie le interesaban ni le interesarían jamás, y que se vayan todos al demonio, junto con todos mis escritos. Y mis libros. Y buena parte de una vida llevada a la mismísima mierda. Al pedo.

Pero no...estaba en la cama patas arriba. No se que soñe pero fue un sueno algo ligero, bonito y frenético que desperté todo transpirado. Debía tener algo, sacar algo, voluntad. Pensé en el poema de Enrique Lihn: "un enfermo se masturba, para dar señales de vida".

Anoté en mi cabeza nuevamente que los jardines estan ahi. Como dijo el muchacho. Y que debía ir a buscarlos. Como los jardines de mis recuerdos...aunque no parezcan mios. O aunque no aparezcan. O aunque traten de ocultarse y yo de olvidarlos y no desee verlos. Para siempre.

Fui como pude, extasiado, sedado, con mucho dolor, hacia el escritorio y escribí, tal vez con una sonrisa pocas veces vista, a mano, mal, en un papel que había ahi, como pude, sobre los jardines olvidados por el viento.








miércoles, 19 de septiembre de 2018

Es humo

          "La verdad es que el tabaco fue la causa de todo"
                                 Onetti

¿Qué era eso que salía de ahi? ¿Qué sigue siendo eso que sale de ahí?

Una chica que estudiaba para la carrera de administración estaba sentada en uno de los bancos del patio de la facultad. Siempre el mismo, del lado donde daba el sol en esos amens y calids mediodias de agosto, o tal vez septiembre. Apenas una brisa leve y un aroma a flores dejaban notarse en el ambiente. Ese dia, ella seguía en lo suyo. Ajena a todo. Prendía un cigarrillo atrás de otro y casi que ni los fumaba. Los dejaba estar, ser, consumirse como dando señales de que su cabeza estuviera en otra parte. Habrán sido como dos o cinco cigarros los que se prendió y ni siquiera fumó. Ella simplemente los ignoraba. Estaba en lonsuyo. Miraba fijamente lo que la pantalla de su celular le mostraba. Vaya a saber qué. La hora de volver a entrar a clases se acercaba. Y con ello las esperenzas, de seguir contemplandola. Pero como todos bien saben, la esperanza de la suma es igual a la suma de la esperanza. Matemática aplicada a la estadistica.

De repente, alguien que vestía una capucha, una persona de complexión chica, tan chica como ella, se le fue acercando hasta quedar frente a ella y sacarla de su nube. Se oyó de pronto una voz extraña. Una voz con una tonalidad neutra. Se sentó junto a ella, que le hizo lugar, y cualquier miopía fue posible para emborronar sus caras. En la repetición del diálogo, ni siquiera la saludó que le dijo:

-Sabés que hace poco compré un libro por mercadolibre. Un libro de un autor. Un autor desconocido, menor. Me lo había recomendado un viejo amigo de la infancia un día que nos reunimos o nos encontramos de casualidad en la calle, amigo que nunca más volví a ver. Lo perdí de vista para siempre. Empecé. Había ido a la librería de la ciudad, pero allí no tenían a tal autor, y decían que los pedidos de este no se concretaban porque tenía todo, (no me sale la palabra, ah sí), todo agotado. Debía ser un autor más que interesante. Recuerdo que pensé, como tambien sabía o quizas pensaba que era menor. Si decís muchas veces la palabra menor menlr menor menor te queda enorme. Investigué, como te digo, en la otra librería, la monopólica. Tampoco estaba. Que bazofia. No desistí. Investigué en internet. Se me dio por probar, que se yo, a estas alturas. Yo que nunca fui de usar la tecnologia. Más por curiosidad y por ver cómo era la cosa esa mágica de comprar un libro por internet, que por diferencia de comprar más barato que en una librería o un parque de la capital, busqué el libro que quería, sin molestarme, lo pagué por el rapipago de la esquina de casa, y me lo trajeron hasta la puerta en menos de cuarenta y ocho horas. El libro excelente. El autor, valía la pena. Dedica su vida a la literatura. Dejando su vida en ello. Sin saber si iba a ser leído alguna vez ni nada. Mucho para mí. Me dejó noqueado. Tanto que me hizo hacer muchas preguntas hacia mí mismo, preguntas que nunca me había hecho: ¿A dónde quiero ir? ¿Voy a algún lado? ¿Cómo puede ser que un tipo, como este autor, pase su vida persiguiendo algo que ni él mismo sabe que, ni como es, ni mucho menos nadie sabe que hace? ¿Cómo no había editores valientes que lo publicaban? Había que darle bola al autor. Que me hipnotizó y me embarcó en esa novela de novecientas páginas en apenas dos días. Acusé enfermedad en el trabajo y gracias a dios no me tomaron en serio y decidieron suspenderme por una semana. Mejor para mí, me dije. Tendría tiempo. Tiempo para visitar familiares, para buscar pareja, lamentablemente no. Debía buscar más libros del autor. Por lo que volví a contactar al tipo que me había vendido el libro. Decidí ir hasta allá personalmente, y ver si tenía más libros del autor y hablar un poco con alguien desconocido de lo que me estaba pasando. Nos reunimos en la esquina de la estación de trenes de una ciudad que jamás había ido y a la cual no creo que vuelva. Lo que sí recuerdo es que había muchos puentes, pero sobre la estación, no alrededor, como si para llegar a los andenes se necesitara una infinidad de puentes por todos lados en vez de los túneles subterráneos a los que tal vez estaba acostumbrado. Recuerdo también mucha, pero mucha gente, y vendedores por todos lados. Y fuera de que el vendedor llego a cualquier hora menos a la pautada puntual. La compra salió perfecta. Y la charla con el vendedor fue deslumbrante. Un tipo muy extraño y muy alto como una gran capacidad para hablar y decir estupideces como él mismo dijo casi al final de la charla, que además de vender libros tenía un proyecto literario con un tema muy interesante según él, cosa que no me quiso develar, ni el proyecto ni el tema, puesto que enseguida me contó que tenia paralelo a todo esto un trabajo como empleado en un lugar que no me quiso decir pero que definió como común y corriente como cualquier trabajo de estos tiempos. Luego, o en realidad en casi toda la charla, que duró unos diez minutos, se dedicó a hablarme de autores referentes que según él me debería encontrar en cualquier momento, como si esto fuera un juego de encontrar personas, y que yo debiera buscarlas, aunque rondó esas referencias y búsquedas más que nada por el entusiasmo que vio en mi sobre este autor, que según él era bueno, pero que no había llegado a entrar a ese reconocido canon literario, cosa que no entendí bien, pues luego siguió esa conversación tan versátil alrededor del libro del autor que yo había leído y luego me habló propiamente del autor, de su vida, que mi vendedor la tenía mucho más clara que yo, y también de las referencias del autor, los autores que el autor leía, inagotables, cosa que descubrí y me causó un temor que no pude describir como asombro. Es más, con el vendedor terminamos siendo amigos puesto que me dijo que le escriba cualquier duda que tenga a su correo, por lo que nos trasformamos en algo que se nombraría mejor para este caso, en buenos conocidos. De un lector que recién se inicia con alguien que al parecer la tiene bastante clara. "El consejo es, no usar gerundios y no repetir errores, ah, y leer, y escribir." Pues no solo sabía mucho del autor sino que sabía tanto como este, y de teroías y autores, pues había leído todos los libros del autor, incluso los publicados por editoriales menores. Ahí fue cuando descubrí que si había editores valientes, demasiados, y el muchacho vendedor también había estudiado en profundidad la obra del autor hasta llegar a todas las referencias que el autor hacia en sus libros como por ejemplo, que para entender mejor una obra del autor en la que ponía como epígrafe un texto de otro, había leído el texto del autor luego, pensando en el epígrafe, o más bien teniéndolo en cuenta, y luego había vuelto al epígrafe, a buscar el libro del autor del epígrafe, leído el libro, gran parte de su obra, y volver sobre la obra del autor, y así volverse loco como solo puede volverse un lector que se toma las cosas muy en serio. Ahí fue cuando tomé dimensiones de donde me metía. Quedé sorprendido por esa especie de revelación, y actitud del vendedor, que hasta llegué a apichonarme un poco con esto de andar leyendo cosas que tal vez bueno, mejor continúo...Pues conclusión no encuentro…Una cosa positiva fue que volví a trabajar, aunque comencé a sentirme algo mal por el tiempo que le dedicaba al trabajo, que me daba de comer, en dejar de leer.
Me hizo pensar que aun me faltaba cancha y sobre todo camino de lector. Pero tampoco tenía el tiempo que requería leer a tiempo completo. Pensaba en esa charla constantemente. Recordaba. Trabajaba la memoria. Lo más curioso que me había dicho siempre era algo nuevo. Fue promediando el final de la charla en la que me dijo que él era un escritor reconocido, algo que le desconfié hasta último momento antes de escribirle el mail. En el nombre de su cuenta de mercadolibre el figuraba con números. Y en su mail también. ¿Quién era este tipo? Decidí escribirle. Cosa que finalmente me anime a hacer ni bien terminé los cinco libros que le había comprado del autor para leer su obra completa. Finalmente lo había hecho eso de leer una obra completa de un autor. Y tanto, tampoco no había sido. Me había quedado un sabor bastante agridulce, propio, estaba seguro, de mis capacidades como lector inexperto. Había leído todo de este autor. Y había terminado cansado, sin saber qué hacer ni por donde continuar, y hasta me anime a pensar que mi etapa de leer libros había terminado. Me había engolosinado. Y tal vez mal. Le escribí. Le comenté mi situación, mi desasosiego, y deje de hablar en primera persona, puesto que le conté que una de las cosas que había rescatado del autor era que había que dejar de creer que había un yo, o algo así que tal vez fue, y estoy seguro, una mala lectura del autor vinculada con algo de psicoanálisis que mi madre me había recomendado cuando me vio engolosinado como estaba ese día en que vino a visitarme y me vio con cuatro de los cinco libros sobre la mesa, cuando ya había leído uno, y aquel de las novecientas paginas que le había dado precisamente a ella para que chusmee mi nuevo proyecto literario. Mi madre sabía que me había vuelto loco por ese autor, y aun así no dijo nada. Me regalo un libro de psicoanálisis y ese día recuerdo que comimos fideos con tuco que ella misma me había amasado en su casa, y recuerdo textuales sus palabras cuando nos despedimos: “trata de salir más, nene”. Todo eso se lo conté al vendedor. Aunque se lo abrevie lo más que pude. Al tiempo me respondió, una carta breve, en la que me sugería, si estaba de acuerdo, en hablar de aquellos libros, referencias, que el autor que había leído, “completamente” recomendaba haciendo referencia. Lógicamente, las conversaciones de allí en más se distorsionaron. Puesto que no había leído un solo libro de los otros que el autor recomendaba o hacía referencia. Y es más, había llevado toda la colección del autor para que el vendedor de la librería de la avenida la venda y me de algo por ella. Ya estaba prácticamente afuera del mundo de los libros. Aunque me daba pena terminar así una relación que había resultado bastante entusiasta por estos. Casi como si fuera un deber autoimpuesto, comencé a buscar los autores que me mencionaba el vendedor por internet, como pude, sólo biografías, y ver qué habían hecho y cuales habían sido sus penas y así la fui piloteando, hasta que la relación se volvió del todo ambigua. Tanto que casi que no nos volvimos a hablar por un tiempo largo. Bah, tampoco habían sido tantos los mensajes, pero hasta que dejamos de hablar de la obra del autor, si, habían sido mucho, concisos, y no dejábamos de hablar del autor, y el vendedor, de hablar del autor relacionándolo con otros autores que yo buscaba pero que no leía. Finalmente, cuando todo estaba por caerse, fue él quien remontó todo y se dio cuenta de que yo no había leído nada, y un buen día, hablando de libros, lógicamente, me dijo: “¿Por qué solo hablamos de libros?”. Yo solo le contesté, ya temeroso de que no me volviera a responder: Si no hablamos de libros, ¿De qué podríamos hablar? Confieso que me quedé corto, puesto que podría haberle dicho: okey, hablemos de mujeres, de nuestros trabajos, y de temas que nada tuvieran que ver con los libros, pero fue su respuesta la que puso bastante claras las cosas.
Comenzó diciendo: “Bueno. La cuestión es que esto de conversar de libros no pasa con cada vendedor de libros. No sé si te habrás dado cuenta. Por varios motivos. Uno: a los vendedores de hoy en día no les interesan los libros y mucho menos los autores, sino que quieren hacer algún dinero con ellos. Dos: Están cansados de los libros. Y ni siquiera les interesa el mercado. Por no decir que nadie ya se interesa por libros. Como te has cansado vos y como se cansa una gran mayoría. Es obvio que en el mercado del libro poco y nada es lo que se gana. Eso lo sabe cualquiera. Nadie gana nada. Todos pierden. Y hablemos solo de las ventas”.
Ahí fue cuando le confesé que había puesto a la venta la colección del autor.
Me contestó: “No ves, pero no te sorprendas que no vendas nada. Ni siquiera en los parques se vende nada ya, y mucho menos en las librerías comerciales legales, donde a pesar de ello se recauda muy bien, puesto que con una venta, en la pagan los impuestos correspondientes, les alcanza para cubrir los gastos y obtener alguna ganancia en serio por ello (Aunque aquí noté que divagaba y bastante, hasta que siguió). Y ni hablemos de las librerías de saldos, que pelean contra la escasez de novedades y abundancia de clásicos, los anaqueles desvencijados y los robos de peregrinos hambrientos y contra las telarañas del olvido que intentan hacer del vendedor un mero fantasma atrapado. Algo tristísimo y bello a la vez. Es muy romántico. Cuando uno entra en una librería así, donde parece que no hay nadie o si hay, que esa persona está a punto o ha perdido la cabeza, uno siente que esa persona está cumpliendo con su deber de salvar la poca humanidad del recién ingresante a la librería y al mundo de estas. Lo que si tienen de diferencia estas últimas es que su valor siempre irá en aumento en proyección hacia el futuro. Y en cuanto a los parques basta decir que los vendedores sobreviven. Y bastante bien. Pero no tan bien como esas librerías comerciales legales, donde están la gran mayoría de las novedades. Pero novedades frescas, recién salidas de la editorial. Y es por eso el precio altísimo que manejan allí. Luego disminuye al pasar al parque, y luego también al pasar a las librerías de saldos. Que se le va a hacer amigo, a nadie le interesa la vida de nadie. Y los vendedores, la gran mayoría son lobos solitarios que alguna vez en su vida han conseguido, esa es la palabra, “conseguido”, un libro y luego otro, y luego otro, para en el futuro intentar venderlo por mercadolibre, como para querer sacárselo de encima, sin haber siquiera hablado de ello con nadie”.
Bueno, la cuestión con este vendedor no quedaba clara porque él no me contaba quien era. Ni ahora que lo pienso tampoco yo. Seguimos conversando del mercado literario, editorial, de grupos que se juntaban para leer, de talleres literarios, de gente que intentaba ganarse la vida escribiendo. Hasta que me dijo que era escritor. Cosa que en realidad jamás le creí, puesto que tenía un trabajo según sus mismas palabras, común y corriente como el tenia cualquier persona, como tenía yo. “¿Qué tipo de escritor SOS?”, le pregunté ya enojado, más bien cansado de tanto palabrerío. “Amateur, inédito”, me contestó.”Y que pretendes con la literatura”, le insistí. “No lo sé”, me respondió. Me quedé sin palabras. Y creo que él también. Nunca supimos nuestros verdaderos nombres, ni que hicimos de nuestras vidas, tampoco nos volvimos a hablar. Bueno nena, estas linda, seguís enloquecida por el pibe que te mira a traves de la ventana. Te hiciste eda pregunta, ¿qué hay detras de la ventana?...o la de si de verdad crees que tu mano es una mano.  ¿quién sos?...Me dejo de pavadas, acá esta el libro que en clase de administracion de personal te dije que te iba a dar. Cuando lo termines pasalo a otra persona. Ah, y me olvidaba. No olvides de contarme cómo te fue con el.

De más esta decir que la persona que se le acercó era un compañero. Tan extraño como ella. Como yo, que la espié desde la ventana todos los dias antes de que entrara a cursar, hasta ese dia en el que supe que ella lo sabia. Y que lo habia sabido siempre. El espía. Cosas de más como tambien de más está decir que había puesto una mini camarita justo ese dia para ver si veia lo que ella miraba por el celular. No se veía un carajo. Y en realidad me estaba quedando miope.

Jamas supe del autor de tal libro que el compañero le había dado. Ni tampoco por qué ella tenía ese compañero. Ni por qué yo me volvi adicto al tabaco. Ni de ella, nada. Quise averiguarlo y hacer lo mismo el cuatrimestre que le siguió. Pero ella desapareció, ya no estaba en el mismo banco, como si se hubiera esfumado de la faz de la tierra.



domingo, 16 de septiembre de 2018

Pregúntale a la soledad

                      Dedicado a abuela y a muchacha solitaria

“El placer de leer es doble cuando se vive con otra persona con la que compartir libros.”
Katherine Mansfield.


Hace poco encontré un libro en los médanos de la playa de Santa Teresita. Se trataba de “Pregúntale al polvo”, de John Fante, el magnífico escritor estadounidense que no tuvo en vida el reconocimiento que merecía. La historia del libro me resultó extraña, tanto por la trama y el desenlace, como por la carta que había allí dentro había. Pues me hizo ir a otro autor, y a otra historia que jamás conocí. Paso a copiar tal carta qie encontré en el libro de Fante:

“Kutruly fue un escritor menor ruso de 1920. Fue muy amigo, según él, de Alexander Kérenski, aunque eso apenas sea un rumor de que lo vio y nada más. Te acordás Chiche, que lo encontramos apilado en una vieja librería de saldos de Florencio Varela, a la cual habíamos ido luego de una esplendida tarde de pasarla en la plaza. Y que no le dimos casi ni importancia. Hasta que leímos el libro, y nos deslumbraron tanto las primeras páginas que fuimos a desmenuzarlo a la plaza porque parecía ser un ruso muy extraño. Qué libro “La barca anclada”. Te acordás que lo leímos dos veces en un día. Que descubrimiento. Vaya que lo había sido. Como olvidar cuando se te cerraban tus grandes ojos y hacías un gran esfuerzo para seguir leyendo. Y prendías otro cigarrillo y descubríamos más de lo que el autor nos quería contar. Admirador de Tolstoi, de Gogol, de Chejov, de Dostoievski, de Turguenev, les enviaba cartas a cada uno, y aquellos ni importancia le daban. Que personaje. Cómo a nosotros nuestros contemporáneos, cuando les enviábamos cartas y los “escritores de ahora” ni pelota que nos daban. A cuántos les habremos mandado cartas para que consiguieran publicarnos. Te pregunto, no sería este escritor menor ruso un hermano nuestro. Parecía. No demostraba en su prosa una emanación de enojo, sino más bien furia, locura, y voluntad. Sabés que a estas horas divago por la biblioteca universal y no sé por qué quise escribir sobre el autor que habíamos leído la última vez. Voluntad, ponéle. Lucía diría eso a pesar de todo. Te acordarás, que luego de leerlo, decidimos ir por más. Cosa que siempre hacíamos con todos los autores que leíamos y nos gustaban, te acordás. Y no pudimos volver a leer a nadie más. ¿Te acordás? ¿Por qué nos pasó eso?.Te manda un beso y te recuerda, Luis Oscar, donde quiera que estes.”

La carta, exenta de todo análisis, no continuaba y mi sorpresa era mayor porque quien la escribía había encontrado tal autor en la librería de mi ciudad. Y era cierto. Pues fui a la librería de viejo viceversa, y encontré más ejemplares de su único libro, "La barca anclada". Me fui con él a casa y lo devoré posponiendo lecturas que ya tenía preparadas. Inclusive dejé esa semana de pasar por la biblioteca, algo inusual en mi.

Seguí enfrascado en Kutruly. Quedé con un sabor ambigúo y decidí volver a la librería por más. Allí los vendedores, entre miradas serias y cavilaciones, me dijeron que nada sabían de otros libros de ese autor. Pensé en desistir hasta que se me ocurrió comprar otro ejemplar y llevarlo a la plaza de la municipalidad. Había poca gente. Estaba por llover y un viento fuerte comenzaba a soplar con intensidad. Se me acercó inmediatamente una señora a pedirme fuego y cigarros. Obviamente nada de eso pude darle. Me senté en un banco y alli saqué la lapicera bic que mi abuelo ñato me había obsequiado. Al rato se me acercó un nene a pedirme algo para dar. Le di unas monedas. Y me apresuré como se había apresurado la lluvia. Escribí el blog de mi amigo Marcos Vargas, que había escrito el mejor primer cuento que jamas volvi a leer, pero no estaba en: www.policialesymisterios.blogspot.com su blog, que anoté en la primera pagina del libro de kutruly. Si no en el otro, sus primeros escritos. Asi que puse que lo busquen por su verdadero nombre july3p, asi sin mas, en taringa. Donde creo que estaba tal cuento, "preguntale a tu vieja". Apenas terminé de escribir me quedé mirando una pareja que leía, segú  mi miopía alcanzó a visualizar, un libro. Estuve contemolandolos un rato hasta que se levantaron, sacudieron su mantel, guardaron sus cosas en una mochila, se pusieron sus zapatillas -estaban descalzos- se prendieron cada uno un cigarrillo y se fueron alejandosé para el lado donde estaba el blockbuster. La lluvia, invitada de lujo, comenzaba a caer en forma de garúa en mi y me arrepentí de no haber salido de casa con un paragüas y de no ser un fumador. Un poemario de Ezra Pound, una novela de Banana Yoshimoto o de Laiseca,ya lo elegiría, me esperaban en el altillo. Pensé en el poema de panchi aquino sobre los zapatos pero no pude recordarlo. Me reí solo y creo que fue porque estaba comoletamente solo. Miré el cielo y el agua que levemente mojaba de a poco la plaza. Se había largado despacio. Sin embargo, la gente comenzaba a desparramarse como hormigas perdidas. Huyendo para cualquier lado. Creo que no pensé en nada mas. O si. Pensé en la soledad, en las personas solitarias, y si me quedaba un rato mas iba a ser una de ellas. Pero pensaba en la soledad propia, no a comparación de otras. O tal vez si. Una soledad de libros de alguna manera siempre era parecida a otra soledad de libros. Pero no era una soledad como la de los libros. A menos que me pusiera leerlo. Otra vez. No. Mejor dejaba de pensar como un loco empedernido. A lo Celine. Cerré el libro. Me levanté del banco. Lo arrojé con todas mis fuerzas para el lado de la alameda y me fui caminando a casa por entre medio de la lluvia.