Seguidores de Cutruli

jueves, 29 de noviembre de 2018

Los pistoleros

El café resto bar “El Tropezón” solía ser un lugar de mala muerte. Como el pueblo que lo contenía. Y la llegada de los pistoleros, los mismísimos hermanos Don Pedro y Monseiur Felipe, empeoró las cosas, mucho. El primer lugar que asaltaron los pistoleros fue el kiosco de la vieja Chiche, en un asalto que duró lo que duró el miedo de la vieja cuando vio el treinta y ocho del viejo Pedro apuntandole en la cabeza. El segundo lugar fue la biblioteca que atendía un joven llamado X. Y el cuarto y el quinto no se sabe porque nadie hizo la denuncia. 
Asi se hicieron los pistoleros conocidos y a fuerza de que se empezó a usar la consigna vale todo, ganaron definitivamente terreno cuando desalojaron a los tiros al comisario Luis Oscar y sus secuaces lameloides. Ahora el barrio se había transformado en un barrio peligroso y tanto como Pedro como su hermano Felipe dijeron tener contactos importantes que beneficiarían el lugar y su concurrencia. Todos tomaron a bien eso y no se hicieron tanto problema por lo que pasaba en el pueblo. Tanto Pedro, como Felipe, parecía  ser bastante generosos. Curiosamente nocturno, el barrio se había vuelto, y, la gente comenzó a salir más de noche, pero si se zarpaba en algo la bajaban enseguida de un corchazo en la cabeza. Parecía que valía todo. Siempre.
La jida era la siguiente, pues la cosa también tenía su lado bueno. Y era que el barrio era ahora un constante jolgorio, que se parecía más a un carnaval de aquellos que nunca más se volvieron a ver, que a otra cosa. Nunca se sabía lo que iba a pasar ni bien doblase uno por la calle Tolstoi que se le aparecían unos niños con gomeras y flechas, cagándolo a pedos a todo aquel que se atreviera a nombrar la calle por su verdadero nombre y no como el que querían los niños, que según ellos, la calle ahora se llamaba Dr Semasendhi no se qué mierdas. Eran temas que solo hubieran podido resolver Don Pedro y Felipe, pero hacía rato que no se los veía.
Parecía que era todo como un complot.
Era obvio, necesitábamos orden y nadie hacia un carajo.
Los pistoleros se encargaron de eso. Ellos venían de no sé cual zona que eran constantes los chistes que los picaros de Vatteone les hacían, “ustedes vienen de mi cabezona”, les decían los picaros a los pistoleros. Y estos se mantuvieron, ese día, callados, mientras todos reían y festejaban, hasta que su paciencia se colmó, y esa tarde, la primera tarde, los pistoleros sacaron sus pistolas y bajaron de unos cuantos tiros a varios de los picaros que los estaban cargando. Después de hacer correr la sangre, dijeron:
-No venimos a joder a nadie, ni queremos que nos jodan, solo traemos una cosa, y así lo proclamamos: les traemos diversión, solo tienen que dejarse guiar por nuestras órdenes, y todo irá bien.
Otro comedido que creo que se llamaba Y, grito desde el fondo del bar que en este barrio nadie obedece a nadie más que a Don Pedro y Felipe, y ahí nomas los pistoleros lo bajaron de un tiro. 
-Pedro y Felipe somos nosotros. 
Curiosa fue la recepción de la gente que en el bar El tropezón se encontraba. Comenzaron a aplaudir y hacer resonar algunos vasos al grito a modo de entonación:

¡Muerte a Felipe!
Fuira el viejo Pedro
¡Que estos son los pibes que van a guiar al pueblo!

Y otros, más atrevidos, decían:

El jolgorio está, el jolgorio está, y es por la maceta,
vamos a gozar aha!
wepa, wepa, wepa, wepa

Y creo que fue ahí cuando los pistoleros se ganaron, o en realidad, forzaron, el respeto de todos. Nadie llamo a la policía, porque ellos eran la policía. Eso si, como todo se fue convirtiendo en pura joda, por lo menos fue buena la decisión de los pistoleros de que cada habitante salga a la calle enmascarado. Así nadie sabía quién era quién.
Así está el barrio hoy. Esto es ahora, que avanzo por la zona del Hospital hacia Gorki al fondo, y veo a las viejas culonas que se pasean con su antifaz en camisones para hacer alguna travesura. Y también veo los viejos vagabundos bukowskianos cortejar a hermosas señoritas jóvenes marquesas que nunca se habían visto por las veredas de la calle Tolstoi. Es obvio, nadie puede reconocer a nadie. He ido y venido de mi casa hasta el hospital por que hay una cuadra que la tengo que rodear para no cruzarme con conocidos que se han descontrolado y enseguida a todo el que pasa lo quieren empernar. Ilusiones y decepciones, encuentros y desencuentros. Así me encuentro ahora en este barrio que se ha convertido en algo que solo Felipe y Don Pedro pueden solucionar. Yendo a la casa de mi amigo y camarada, Cutruli.

Julian (o Juan) Cutruli (o kutruly) es el poeta oculto de la calle cabildo. Nadie sabe que escribe ni que es poeta, ni que está oculto, porque claro, no se lo ve. Una noche entre tanto buscarlo dicen que apareció en las sabanas de una vecina. Se armó un gran revuelo con el marido de la vecina, y seguramente es por eso que tomó el ocultamiento como rumbo. Hace mucho que no lo veo. Golpeo en la casa. Sale su amable abuelita, y me dice que no está. Que seguro está en lo de Y, o en algun negocio. La abuelita no me da tiempo a decirle que a Y lo reventaron unos pistoleros y me dice a lo lejos: god save Don Pedro. Y cierra con un portazo. Camino. Eso es lo que todos hacen en este barrio en el que nada se detiene. Todo culpa de los pistoleros, que han avivado a todos a la joda. Pienso en Pedro y Felipe. Con ellos esto no pasaba. Noto que me vuelvo demagogo y me detengo a pensar en una vereda. Pasa un perro como si pasara en llamas y me digo que esa teoría es cierta. Mejor me paro y me voy a deambular por ahí. Vuelvo a caminar rumbo al centro de El tropezón por Dostoyevski y al llegar al kiosco de la vieja Chiche veo al perro Pancho que pasó hace un rato todo empapado como si alguien lo hubiese mojado. La vieja Chiche, confundiéndome tal vez, me tira agua con un sifón de soda y la mando a la puta que la parió. Me voy al chino, X, que a pesar del toque de queda que rige en la ciudad desde la aparición de los pistoleros, debe estar abierto. La biblioteca se ha convertido en un almacen.
El café resto bar El tropezón sigue siendo el campo de juego del pueblo El Tropezón, ubicado, esto aun no se ha sido dicho, en los suburbios perdidos de Adñsqoor, en la Tolstoi/Gorki no se cuantos cerca del hospital central. Olvidos de adñsallf, como el barrio El Tropezón, y prácticamente todo lo que asñsallf ha olvidado. Pero dejemos atrás estas mierdas de ubicación y olvidos que no sirven para nada y volvamos al café, que a estas horas de la madrugada se ha transformado en el tugurio de mala muerte de siempre.
Unos borrachos, entre los que se distingue el hermano de Y discuten aun la muerte de Y, y aseguran que es toda falacia, una mera conspiración.
-Pero si yo vi volar por los aires cuando le dispararon-asegura exaltado, medio en pedo, el almacenero Jorgito.
Todos hacen oídos sordos, porque ya no saben que pensar. “Los pistoleros son bravísimos”, dice el hijo de tito. Quiero hacerlos mierda. Grita enfurecido y golpeando la mesa enloquecido como si no fuera él. Y tal es el revuelo que toda gente se enloquece y comienza a correr por todo el bar buscando la salida que nadie encuentra. Un tiro al aire proveniente de un viejo que toca el acordeón apaga el foco que todo ilumina y calma todo. Y todo se nubla como niebla, pero es una niebla oscura, negra.
De repente aparece alguien…nadie puede verlo…se sienten solamente sus pasos…Humo y un olor raro que nadie identifica…
(Escena que es digna representación teatral)
(En el café, todos corrían enloquecidos, buscando una salida inexistente, en realidad inhallable, por el humo producto del tiro del viejo que toca el acordeón, que acalla todo, y aparece una sombra, un fantasma)
FANTASMA DEL VIEJO PEDRO: que carajos pasa en mi pueblo, ¡puta que los parí!
JORGE (el almacenero): Mierda, está vivo.
TITO (hijo): que va a estar vivo, pelotudo, no te das cuenta que es un fantasma.
JORGE: a quien le decis fantasma, digo, pelotudo, la que te…
(Quilombo. Nuevamente un torbellino de voces que intentan hablar y otras que callan para dar pie a nadie y a todos. Todo es inconfundible. Se ruega tratar de seguir leyendo. Se solicita un nuevo tiro del acordeonista)
PAAAAAAAA
FANTASMA: Felipe, deja de tirar tiros que se van a dar cuenta que sos vos.
ACORDEONISTA (¿FELIPE?): Cállese, trolo viejo, y no diga estupideces.
FANTASMA: ¡Bueno basta! Yo sé que están todos alterados. Les vengo a decir que pronto apareceré y pondré orden con mi hermano. Haremos una joda que dejará locos de envidia a esos pistoleros y se armará una guerra. Vayan viendo de qué lado van a estar, pelotudos.
(El fantasma de Don Pedro se esfuma como se esfuma el dialogo y las personas del bar cuando todo termina luego de un controlable incendio. Una inmensa ola de agua deja las sillas todas empapadas y las mesas echadas a perder. Aparecen unos hombres con mangueras vestidos con un uniforme de ocasión y cargan al acordeonista, al almacenero, y al hijo de Tito, para llevárselos al hospital. Demás está decir que el primer tiro que tiró el acordeonista causó un cortocircuito de San Puta que viene perfecto al relato y que por eso todos corrieron enloquecidos, y otros alucinaron el regreso olvidados, y otros pidieron por quienes misteriosamente se habían ido.)
SE CIERRA EL TELÓN
Camino rumbo al chino y veo que está abierto de par en par. La china, que me conoce me invita a pasar y hago lo que tengo que hacer. Mientras se lo hago oigo voces atrás y me cohíbo un poco. Ella me dice que no pasa nada. Debe estar Julián (o Juan) Cutruli con la señorita que atiende en la parte de atrás. Me río un poco. Al salir del chino veo pasar una ambulancia y cuando llego al bar los bomberos ya han controlado un pequeño incendio culpa de una bala al techo.

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Día 25

Kutruly, pronto supo, que la chica de humo de la que se había enamorado, cumplía años el día 25 de un determinado mes. Mientras, entre libros, pasó el tiempo miserablemente hasta que su madre lo echó de la casa y anduvo vagando por el período de diez años en lo que el consideró su exilio. Sin patria, sin ideas, sin perspectivas, había cambiado tantas veces el nombre que casi había olvidado el actual. Pasaba el tiempo holgazaneando, delirando, hasta que empezó a escribir historias borrosas, que ya no eran poemas, sino historias matemáticamente borrosas, que dejaba en cualquier parte, todas relacionadas simétricamente con ese día 25 de alguna manera.

Hubo una historia de Kutruly que hablaba de bibliotecas perdidas en pueblos perdidos, como, por ejemplo, El Tropezón, donde Kutruly, con una destreza técnica muy pobre, contaba la historia, su historia y lo que recordaba de ella, desde la perspectiva de un joven estudiante de matemática llamado X, cada vez que iba los días 25 de cada mes a pagar la cuota de la biblioteca. La biblioteca, pequeña, agradable, que tenía los libros que debía tener, recibía al joven estudiante como si fuese un milagro por ser el único, en días invernales, en ir, y muchas veces parecía que era el único en la ciudad, porque El Tropezón ya no era un pueblo, que leía.
Allí, en la biblioteca, ese mismo día 25, cada vez que llegaba el estudiante, y aquí la historia se ponía pesada, ocurría la repetición, con variaciones, de un mismo diálogo.

Lo único que escribía Kutruly era la repetición de este dialogo. Muchas veces con distintas palabras.

El joven X entraba y esto era lo que escuchaba ni bien traspasaba el chirrido de la puerta.

-Pero Chiche, no te enojes, que no pasa…no seamos dos personas que se rechazan y nada más.
-Ahora me salís con esto... No te entiendo... No pasa nada... No pasa nada… Como qué no pasa nada... Pasa que no quiero que te me acerques nunca mas en la vida… No entiendo como te da la cara para hacerlo... Sabes que no me gustan las flores, ni las latas de aceitunas, ni esos poemas que escribís, Luis Oscar... Y seguís insistiendo... Por qué no me dejás en paz, por favor. Y te vas que tengo gente. ¿Cómo estás “X”? ¿Venís a pagar la cuota por adelantado ya?

Y esto es lo único que queda del único cuento que fue encontrado y mostrado, sino, tal vez, de los cuentos de Kutruly.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Perec y la letra

     "...No tenemos trabajo..." Leo Maslíah




Él trabajaba.
Las papas quemaban.

Y aunque había eminencias que decían que esa era una frase inadecuada para decirse en base a cualquier instante que se esté x ir a la mierda, se entendía a que quería referirse al decirla.

Su mamá, que mujer, trabajaba en la peluquería, mientras él escribía en la parte de arriba de la casa. En la parte clara. Y pasaba días y días en una trama, que incluía, la falta de una letra.
A falta de seguridad, navegaba mares y mares de mucha sal y calamidades.

Las papas quemaban.

¿Cuál era la letra que faltaba?
Ge-O-rge, trabajaba.

martes, 20 de noviembre de 2018

Fotos viejas

Se miran
como si nada más
existiera.

2666 - Bolaño: un accidente

2666. Un accidente. Una posible lectura.

El día que compré la novela, la última novela de Bolaño, escrita prácticamente desde la tumba, cuando las papas le quemaban en serio, ocurrió un hecho que es digno de contarse.

Fue un domingo. 

Un tren le pasó por encima a una persona en Temperley. 

Recuerdo todo como si hubiera sido hoy. Llovía. En forma de garúa. Hacía frio, era invierno. Había ido al Parque Centenario.

Todos vimos como estaba la persona bajo ek tren, estaba viva.


domingo, 4 de noviembre de 2018

Iglesia

Un buen dia de calor. De repente. Como si hubiese visto al mismísimo demonio, así comenzó a andar, mi vecino de junto, el tal Carlitos.

Su mirada, de un dia para el otro, no volvió a ser la misma, y se volvió mas retraída, mas ida. Como si su foco no estuviera enfocado, o no quisiera estarlo. La vieja María se la pasaba en el bingo y ni bola le daba. Carlitos se la pasaba en la casa la mayor parte del día, hablando con los perros y con él mismo. Trabajaba por las noches como vigilador en un sanatorio privado.

Trató de disimular su locura cuanto pudo, tanto en su laburo como en el barrio, y a las preguntas mas incisivas que recibía, de familiares confites, o de vecinos, o del almacenero, del tipo:
-Che Carlos, ¿Qué mierda te anda pasando?¿Estás bien o comiste mierda?
El callaba, como si no tuviera nada que decir, o contestaba, tímidamente:
-No sé que me pasa.
Como si supiera que no estaba bien.


Bueno, la cuestión fue esta, el domingo, hará ya unos dias, Carlitos agarró su revolver (trabajaba en una empresa de seguridad privada) y fue a la iglesia.

Alli, en el medio de la misa, se subió al estrado, y desató el caos. Al reverendo lo bajó de un tiro en el entrecejo. Y comenzó la balacera contra sus hermanos y hermanas. Tiraba balazos a lo loco. Suerte no mató a nadie.

Cosas extrañas pasan siempre en las iglesias.

Desde uno de los asientos, un viejo, se puso de pie. Sin asco, amacijó a corchazo limpio. Carlitos cayó de bruces, como una bolsa de papa, producto de la consistente descarga. Se la habían dado con queso. El viejo siguió tirando hasta que se le acabaron las balas y un montón de tiros fueron a parar al cristo. Cuando hubo de terminar todo, como en una película de acción, un leve respiro de alivio se apoderó de la sala. Todos se retiraron en silencio.


Como vecino de junto, me avisaron ni bien sucedió el hecho. Fui hasta el lugar, y oí cómo las viejas, entre ellas una que se llamaba Chiche, a la salida de la iglesia, cuchicheaban diciendo que un buen hombre (intuí que era el viejo) los había salvado como si hubiese sido el milagro de un angel. Mientras que el otro,(o sea, mi vecino Carlitos) andaba endemoniado como si le faltaran un par de caramelos en el frasco, o bien, como si hubiese visto al mismísimo demonio.

Hacía calor, mucha calor.

sábado, 3 de noviembre de 2018

El calor

Cuando le comentó a su mejor amiga que una plantita sostenía su enamoramiento, pareció mas un chiste que cualquier tipo de confesión. O un plagio inconsciente y desconocido y mal hecho del cuento "Tantalia" de Macedonio Fernández.

Los dias eran calurosos e inaguantables. Insoportables para las confidencias de amigas. Corrían los tiempos del celular y la insensibilidad. Los días del dólar.

Lucía se sintió mal y lo único que hizo fue esperar de a poco a que las cosas comenzasen a mejorar. Cuando le contó a su mejor amiga Chiche como se sentía, esta le dijo que esté tranquila.

Sin embargo, venía todo mal, el chico del que se había enamorado le había dicho que no. Un tal "X", fanático de los Beach Boys y de los buenos modales. Compañero de facultad, que le dijo que no, de una manera quizás algo hostil, varonil, acusándola de loca.

Lucía no se desenamoró asi porque sí. Como si nada. No pudo. Tampoco se llenó de resentimiento. Sino que se detuvo. Como si algo hubiese tocado el boton de pausa en su circuito rutinario.

En su familia no notaron nada. Ella se encargó de disimularlo a la perfección. Trató de seguir su vida a pesar de todo. Cama. Colectivo. Facultad. Colectivo. Cama. Tal vez, se habrá preguntado fervientemente, qué era eso del amor, y por qué hay personas que deciden que otras no formen parte de su vida. Y cosas de esas. Y cómo le afectaban y hasta qué punto la incumbían. O sea, hasta que punto ella dejaba entrar o no personas a su vida. Etc.

Chiche fue la única persona que supo del asunto y guardó silencio a pedido de Lucía mas porque no le creía que porque esta se lo pedía. Se juntaban a tomar el té y a pesar de la diferencia de edad entre ambas, podría decirse que se llevaban bien y que la relación pasó por muchos estadios. Lucía creció y Chiche envejeció. Chiche se mudó y Lucía se fue a vivir sola. Y ahí su historia se pierde...pues...Asi pasó largo tiempo de su juventud hasta que tuvo la imperiosa necesidad de soltar. Tuvo una idea. Cuando se la contó a su amiga Chiche, mediante una llamada telefónica, su mejor amiga, la Chiche, incredula como siempre, por los días de calor, no le creyó. Cosas de la vida.

-Una plantita...sos loca eh, mira que una plantita es dificil que pueda sostener un desamor. Pero un rifle...mejor...Leete algo... -fue lo unico que le dijo su mejor amiga, para tranquilizarla.


Lucía años después, se compró un rifle. Y una mañana se mató. Antes de que comenzara a hacer calor nuevamente como siempre. Y eso es todo lo que se quería contar.