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jueves, 6 de diciembre de 2018

Ella

Un verano, un día, ya siendo novias, viajaron al norte del país de mochileras.
En total se subieron a treinta y ocho autos y cuatro camiones. Conocieron mucha gente. Entre ellas yo.

Se podría decir que vivieron experiencias que podrían ser consideradas únicas. Llegaron hasta donde querían llegar y se instalaron en los alrededores del centro de la ciudad. En un camping que consideraron al principio de mala muerte. Pero como con sus prejuicios preconcebidos anteriores al día en que se encontraron de casualidad en esa aula vacía de la facultad, se equivocaron.
Dormían en un camping. En un comedor común, donde comían y bebían. Se podría decir que bastante. Comieron animales exóticos. También plantas, que presagiarían su conversión poco tiempo después a las dietas vegetarianas. Postres. De todo tipo. Hasta ahí se limitaba el rubro gastronómico. Con las bebidas, si se podría hacer la diferencia, hubo de todo… Gaseosas. Cervezas. Vodka. Martinis. Etc.

Cuando terminaban de comer, iban al baño y de ahí a la carpa. Donde se acostaban mientras se besaban, entrelazando sus piernas de una manera muy delicada, deslizando de a poco el roce de los cuerpos que se perdían en lo inmenso de sus deseos. En otras palabras, cogían como locas. Y fueron tantas las veces que lo habían olvidado. No por eso igual llevaban la cuenta sino que cada vez la tomaban como la iniciativa para comenzar algo nuevo. Y encontrar nuevas zonas erógenas de sus cuerpos. Se habían acostado muchas veces en Buenos Aires, fue en el Norte donde intensificaron la apuesta.

Tuvieron mucho sexo. Eso fue dicho. Sexo que fue variando a medida que veían la necesidad imperiosa de reinventarlo. Eso fue dicho. Probaron de todo. Posiciones. Puestas en escenas. Cambio de roles. Y eso fue dicho.
Lo que no fue dicho fue que hasta que no encontraron una cierta comodidad a través de las lecturas el sexo había resultado lo único interesante que realmente les resultaba interesante de lo que hacían juntas. Leyeron y leían de todo. Había una librería en el centro donde iban. Libros baratos. Librerías perdidas.

El primer libro que leyeron fue El Banquete, de Platón, y a partir de ahí consideraron que en adelante comenzarían a hacer solamente, el amor. Luego vinieron muchos más pero el que modificó el panorama fue el Kama Sutra, con su apertura divina que hace perder la cabeza a cualquiera, según la poeta francesa Olga Viard, y pese a que esperaban exactamente lo contrario luego de tal lectura, se puede decir que a partir de ahí comenzaron a hacer una exploración corporal que iba desde lo que sentían cada una a lo que pensaban que podían sentir antes, durante y después de llegar a los orgasmos. Habrán estado como una semana así con los libros, que se iban acumulando. Intentaron leer a Proust. Nada. A Tolstoi. Nada. A Goethe y su Werther. Nada. A Dickens. A Eca de Queiroz. A Ibsen. A Sartre. A Marx. Hasta que leyeron Utopía de Tomás Moro, y ahí sí, sin saber cómo ni por qué, empezaron a coger nuevamanete. Como en los primeros tiempos. Y eso volvió a ser, como si hubiesen olvidado todas las lecturas, lo más placentero que experimentaron en el plano de todas sus lecturas pre copulación. En realidad, habían metabolizado todo y sus ondas cerebrales parecían estallar en visiones caleidoscópicas que propagaban delirio y lujuria y buscaban entre otras palabras difíciles de encontrar pero que se parecían mucho a la desesperación, ese que todo el mundo le llamaba y conocía, como el amor. Hasta que fumaron marihuana.

Mucha marihuana. Y de la buena. La que pega, les dijo la chica del camping que se las obsequió, luego de hacer un trío en honor a una lectura del Marqués de Sade junto a ellas. Y ahí sí, empezaron a leer de todo nuevamente, y todo les resultaba extraordinario. Nuevamente. 

Librería. Caminata, Porro. Comida. Librería. Canje. Hurto. Pago. Caminata. Porro. Comida. Camping. Carpa. Amor.


Celine. Burroughs. Huxley. Kerouac. Ginsberg. Ferlinghetti, Breton, Vaqché, Artaud, Pound, T.S Elliot, Hemingway, Fitzgerald, Stein, Sterne, Perec, Poe, Lovecraft, hasta que una buena tarde se dijeron que habían leído muy pocas mujeres y fue entonces que empezaron a hacerlo. La condesa de Lafayatte les voló la cabeza, luego empezaron a pasar muchísimas pero sería poco producente comenzar a nombrarlas. Tan solo diremos que fueron leídas por ellas en la ante sala del sexo, Safo, Jane Austen, Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Jane Didion, Sor Juana Inés de la Cruz, Emily Dickinson, Marosa Di Giorgio, Mistral, María Moreno, Sara Gallardo, Elena Ferrante (Tenían la certeza de que era un hombre), Anna Arendt, Susan Sontag, Gloria Fuentes, Idea Vilariño, Pizarnik, Storni, Lange, Rosalía de Castro, Florbela Spanca (Po recomendación de un autor que conocieron en un congreso en México, llamado Fonseca) Willa Cather, Elena Garro, Elena Poniatowska, Luisa Carnés, Natalia Ginzburg, Hiromu Arakawa, Banana Yoshimoto, Mary Shelley, las hermanas Brönte, Flanery O´Connor, Carson Mc Cullers, Dorothy Parker, Patricia Highsmith, Alice Munrom Margaret Atwood, Selma Lagerlof, Colette (¿Cuántas francesas más iban a pasar por alto? Muchas) Agatha Christie, Úrsula Le Guin, Ama Ata Aido, Joyce Carol Oates, Katherine Mansfield, Hebe Uhart, Lliana Heker, Selva Almada (Discípula del maestro Lai) Claudia Piñeiro, Florencia Bonelli, y mucha literatura feminista, hasta que llegaron al final con Corín Tellado y J.K.Rowling y ahí dejaron de leer por un buen tiempo sin darse cuenta cuanto tiempo se la habían pasado entre libros.

—Poco hemos leído—dijo un día una de ellas. Recostada sobre la espalda de la otra que yacía recostada sobre la bolsa de dormir.

—Siempre es poco.


Luego, un día, empezaron a caer los buitres como yo. Y ellas dejaron de ser ellas. Y se fueron convirtiendo en otras. En ella. Pero eso fue de a poco. 
Así es el amor.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Hospital

"Tenía verguenza de ocupar un lugar en el mundo en el que la comodidad estaba hecha de compromisos".   Artaud.


-Decime que favor es‬.

Pero no se lo dijo y los mensajes jamás llegaron. Y jamás volvió a saber de su paradero ni de su interconector ciberespacial. 


Me limité a cumplir las ordenes del psiquiatra. Y me quedé en mi mambo. Por un largo tiempo. Dijo, ni bien terminó todo. 


Y salió al patio del hospital de vez en cuando a contemplar el verde y los pájaros y a fumar. A lo Panero. Que mas da. 


Vale.

Tensión

Navidad. Vecindario. En frente. 

Un hombre puso su pistola en la frente de su mujer frente a su hijo que a partir de ese día inició su carrera como poeta.

Navidad. Vecindario. En frente.