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jueves, 31 de enero de 2019

Domingo a la tarde

No escribas más, no escribas más, se decía a sí mismo Juan Kutruli mientras caminaba por la alameda detrás de la fábrica de soda. Iba a la librería, como todas las tardes de aquel verano olvidable. No escribas más, no tenés nada para contar, se volvía a repetir, ya pesado. Zas. Tuvo una idea. Avanzó calle abajo rumbo a las vías del tren. Llegó.

En la pista de patinetas, el skate park, no había nadie, era tarde y se estaba poniendo oscuro. Se detuvo a esperar el tren en medio de las vías. Hasta que apareció alguien. Una voz que provenía desde el andén.

-Che...Hola, acá, qué estás haciendo.
Kutruly miró forzando la vista y contestó: nada, espero el tren.
-Pero ahí en las vías te vas a matar.
-Si, ya sé.
-Entonces subí.
-Pero no tengo que viajar en tren.
La voz comprendió la situación y se bajó y fue hasta donde estaba Kutruly despacio.
-Por qué te querés matar.
-No sé.
-Vos te pusiste a pensar la cantidad de gente que quisiera estar viva. A parte si vos te matás, me retrazás el tren.
-Tenés razón.
-Claro que tengo razón.
Siguió diciendo la voz porque Kutruly no podía distinguir nada.

Una bruma leve invadió la estación y se borró la epifanía cuentistica. Kutruly llegó a la librería y por un instante se sintió feliz. A pesar de que esta estaba cerrada.

viernes, 25 de enero de 2019

Recursos humanos

El escritor Kutruly o Cuatruli, pronto supo que la chica de humo, cumplía años el día 25 de un determinado mes. Y así, entre libros, pasó el tiempo miserablemente hasta que su madre lo echó de la casa y anduvo vagando por el período de diez años en el exilio mexicano. Sin patria, sin ideas, sin perspectivas, había cambiado tantas veces el nombre que lo había olvidado. Pasaba el tiempo, y el suyo también. Hasta que empezó a escribir historias, que ya no eran poemas, sino historias mínimas, que dejaba en cualquier parte, todas relacionadas con el día 25 como temática.

Había una historia que hablaba de bibliotecas perdidas en pueblos perdidos de casas bajas como por ejemplo El tropezón y allí Kutruly o Cuatruli con una destreza técnica muy pobre contaba la historia su historia y lo que recordaba de ella desde la perspectiva de un joven estudiante llamado X cada vez que iba los 25 de cada mes a pagar la cuota a una biblioteca pequeña agradable que tenía los libros que debía tener y a veces el joven estudiante era el único en días invernales o de verano en ir y muchas veces parecía que era el único en la ciudad porque El tropezón no era o no parecía ser un pueblo que leía.

Había otra historia de una libreria llamada viceversa. Allí en la librería, ese mismo día 25, caía una jovencita llamada X a buscar un libro para autoregalarse. Y cada vez que llegaba el mismo dia 25 de cada mes, la jovencita X volvia a ir, y aquí la historia se ponía realmente pesada.


En realidad, ambientando un poco las cosas, lo único que escribía Kutruly o Cuatruli era la repetición de este dialogo. Muchas veces con distintas palabras.

El joven o la jovencita X entraba y esto  era lo que escuchaba ni bien traspasaba el chirrido de la puerta.
-Pero Ana, no te enojes, que no pasa…no seamos dos personas que se rechazan y nada más.
-Ahora me salís con esto... No te entiendo... No pasa nada... No pasa nada… Como qué no pasa nada... Pasa que no quiero que te me acerques nunca mas en la vida… No entiendo como te da la cara para hacerlo... Sabes que no me gustan las flores, ni las latas de aceitunas, ni esos poemas que escribís, Ricardo... Y seguís insistiendo... Por qué no me dejás en paz, por favor. Y te vas que tengo gente. ¿Cómo estás “X”? ¿Venís a pagar la cuota por adelantado ya o a comprar algún librito?



Y esto es lo único que queda del único cuento que fue encontrado y mostrado, sino, tal vez, de los cuentos de Kutruly o cuatruli.