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lunes, 29 de octubre de 2018

Minimalismo

Pasillo de hospital. Estuvo horas en ese banco duro. Voces apuradas, infectadas, extrañas, susurraban. Miró su celular:


Es hora de que vuelvas a casa.

viernes, 26 de octubre de 2018

Tormenta

Era una de esas noches malas, oscuras, ventosas, en que comenzaba a ocultarse, de a poco, la luna; los coches, destartalados, raspaban las calles rotas, y la intensidad del viento hacía que circulasen con precaución.

Cuando por casa de su madre, cayó, como peludo de regalo, el poeta de los fierros, Luis Oscar. Trabajaba en una metalúrgica. Y se había peleado con su pareja actual.

Pidió permiso a su mama para pasar la noche. Dormis en la cama de tu hermano, que salió de gira, le dijo su madre. Luis Oscar se acomodó.

Se sintió como en su casa, se bañó.
Le contó a su madre sus problemas, que sus hijos seguían sin hablarle, que se le había roto el coche, y que se había peleado con su novia por un gatito. "Tipo grande", fue lo único que le dijo su madre, y lo dejó solo ahi en el living. Hundido en el sillón con su resaca.

Se puso observador. La perra de su madre llamada Luli, le gruñia al gato Silvestre cuando este queria acercarse a cargosearla. "¡Fuira!", gritó despacito él y todo problema se divisó. Se puso cómodo. Tuvo tiempo para contemplar el ambiente delicado de una mujer grande. Su mama sabía de estética.
Un libro de Ezra Pound estaba sobre la mesa ratona. Leyó el primer poema detenidamente y lo dejó en donde estaba. Debajo había uno de Katherine Mansfield y otro de Hebe Uhart. Una lágrima le cayó sin que se diera cuenta. Pero creyó que era debido a su trabajo de soldador y se secó con una servilleta. Prendió la televisión y puso netflix. Peliculas de amor, series vistas hasta el primer capitulo. Se levantó del sillón y caminó hasta la cocina. Se hizo un té, necesitaba calmarse, ya se había pegado una vuelta por el bar "El último trago". Se sentó en el sillón con el té en la mano. Y empezó a tomar el té, caliente. Fue ahí cuando se fijó en su celular, que le había traído más quilombos que la mierda. Y atomizó.

Envió el mensaje de texto para romper el hielo.

-Hola Chiche, podemos halar...Él estado¿es para mi?
Ella le contestó:
-Si. Hablemos pero sin discutir porque ya estoy cansada y muy angustiada. Ya encontre tu bateria y el paf q te olvidastes.
-Estoy sin auto. Se rompió el semi eje, viene hacer, arranca, pero no giran las ruedas. No sé, mañana me lo compra mi hermano con la targeta.
-Uuuu.y sale caro areglarlo?
-Bueno. Almenos tiene solucion.
-Vos como estas de la precion? tomas los remedios?
-Mal y bien. Si. Tambien tomo otras cosas. Vos pensas k yo no sufro x lo nuestro, no hay más nada k hablar.
-Por qué sos así?
-No sé, xk ahora sos libre y podes hacer lo k se t antoje.
-Yo tambien estoy sufriendo. Estoy re mal.
-Yo tambien, pero vos parece que no, tampoco comi, pero ya se me va a pasar...x lo menos desde las 8 k estás en línea, con Kien, para eso estás bien.
-Te equivocas Luis Oscar. Estoy muy mal y no tengo ganas de nada. Ni como. No se q me pasa. No tengo animo ni de levantarme de la cama. Vos almenos tenes a tu familia q te contiene.yo no tengo a nadie. Estaba hablando con mi prima Jimena.
-Ya está me voy a dormir, vos nosé k vas hacer, xk mañana me levanto temprano para arreglar el auto.
-Bueno veo que tenes ganas de seguir peliando.
-Chau asta mañana k descanses.
-Disculpa. No te molesto mas. Que descanses.

Pasaron unos minutos y él siguió conectado, y ella tambien. Y él veía como ella hacía que le escribía y dejaba de hacerlo. Tambien, veía que seguía en linea y eso le dio por las pelotas. Afuera, en la calle, ya se oían los vientos que acechaban con mas fuerza. Y las ramas de los arboles se quebraban presagiando tormenta. Fue él quien volvió a hablar.

-Y seguís en línea, con Kien, a lo largo, decís en el estado, ¿es para mi? Seguis hablando con tu prima, o primo sera.
-Basta Luis Oscar con los celos. Yo te respeto aunque no estes a mi lado.
-Y no me contesta, lo k pusiste en el estado, es para mi.
-Estoy hablando con mi prima. No te olvides de tomar  los remedios. Cual de todos los estados?
-El séptimo.
-Si. Lo puse por vos. No sé que nos está pasando. Te extraño, ¿por qué no volvés?
-No sé, yo tampoco entiendo. Mañana cuando arregle el auto amor hablamos keres. Estoy muy triste por todo. No entiendo que nos esta pasando.
-Yo ya no tengo ganas de seguir viviendo. Parece que el mundo esta en mi contra. Me siento muy sola. No le encuentro sentido a la vida. Estoy cansada de sufrir.
-Sí amor tenés razón hoy vino una de mis sobrinas a lo de mí vieja y le dijo a mi vieja una gran verdad.
-Lo unico q te digo es q  fuistes y sos muy importante para mi. Sos el unico hombre q ame, y deseo que siempre me recuerdes y me lleves en tu corazón. Yo se que no valgo nada y q tengo muchos defectos pero nunca nadie te va a amar ,cuidar y respetar como yo, porque mi amor es puro e incondicional. Lo la muerte de Lucía me hiso muy mal. Mi hermano Kutruly q se fue a vivir a España. Mi mamà Amanda q ya no la voy a poder ver mas y vos que me tratas mal. Ensima no tengo trabajo y todo me va mal. Me hicistes muy feliz y  gracias por todo lo que me distes aunque no lo merecia. Y te pido perdon por todas la veces que te hice renegar incluso con el gatito ahora. Perdon por todo.
-Mañana hablamos amor keres. Tenés mucha razón amor y no te quiero perder vos sos todo para mi.
-Pase lo que pase quiero que siempre recuerdes lo bueno de mi y que seas muy feliz porque vos te lo mereces. Te amo con todo mi ser.

En llamas, él no esperó hasta mañana. Ni a que le repararan el coche. Ni a pedirse un remis. Le dijo adiós a su madre y le dijo que cualquier dia de estos la visitaría como en la época de buenas nuevas. Le dijo que ahora era tiempo de tallar y que todas las cagadas que había hecho de a poco las iba a solucionar. Agarró una campera que había en la pieza de su hermano y se la puso. Con decisión, se encaminó hacia la puerta, dispuesto a ir a arreglar las cosas con su amor.

Sale Luis Oscar, tal vez con temor, dispuesto a empaparse, en medio de la tormenta.

Trabajo práctico

Venía todo para la mierda. Me había peleado con todo el mundo. Con mi vieja, por quedarme con un vuelto. Con poetas jóvenes, por acusarlos de lameloides. Y por mas que buscaba, no podía conseguir trabajo. Ingles intermedio. Dos años de experiencia. Hijos de una gran puta. Un trabajo que no fuese un acomodo a todas lineas, sino un premio a mis capacidades. Cosa que en realidad no tenia. No habia. Ay, dónde estarian Roberto Arlt y John Kennedy Toole en el desastre de mi biblioteca.


La cosa se ponía cada vez peor. En mi casa, ya se había acostumbrado a que sea un zoombie. En lo de mi abuela, me decían que debia ponerme las pilas. Yo no les daba pelota. Estaba en quilombos literarios, queria saber qué pensaba Borges en el ultimo momento de su vida, anhelando la muerte como quien anhela pocas cosas, aunque en cierto punto me afectaba. Repasaba su carrera hecha en el intento trunco de retirarse de la poesía y de la vieja Francia como quien sabe retirarse de una mesa de póker ganador, pero a la inversa. La litertura era saberse perdedor de entrada. Pero no era perdedor la palabra. Tampoco ignorado, olvidado o "indiferenciado". Era una que es dificil nombrar pero que se le parece al silencio o a la desaparición. O al silencio que produce una desapareción.

Allí en lo de mi abuela, revisaba el telefóno de mi tio y veía sus mensajes melancólicos con una nueva tia cuando se separaban y se mandaban cumbias. Estaba jodida la mano, mandarse Luis Miguel, Pardo Nardo, Los Panchos, etc. Pensaba en mis abuelos solos. Rosamel Del valle. O rosamel araya. Mi madre y el mar. Cementerio solitariamente construidos. Viejos amigos lejanos. Olvidados clubes desaparecidos. En acción.

De vuelta en casa, leía todo tipo de articulos sobre Wittgenstein. También lecturas por arriba. A través de las clases que me contaba que tomaba un amigo poeta, uno con los que me había peleado, de la facultad de Filosofía. Paradoja bestial que Wittgenstein, ingeniero, haya metido la pata hasta el limite de la prosa intocable de la filosofía.

Yo, que lo entendía menos que Rusell, no Bertrand sino Raymond, yo, que leía esas cosas desde la academia de ciencias económicas, más lejos que nadie de todo, no podía decir nada. Lejos de todos, todos, de lejos...yo, iba poder entrar en la literatura cuando dejase el yo, como dijo Kafka. Como hizo Celine.

Hasta en esos dias de calor, recuerdo que trabajaba los clasicos. Había construido una magnifica telaraña que comenzaba con los enlaces de Poe y Baudelaire y hacía tiempo que permanecía ahi mirando una serie que se llamaba Twins peaks. La serie de David Lynch.

Me desviaba el tema de que me había peleado con mi mama, porque ella me había devuelto el disco Blackstar de David Bowie. Entonces me la pasaba escuchandolo. Entonces leía cosas como si fuera mi madre, y tenia que tratar de leer hasta donde habría leído ella. Y sacar conclusiones de cuales habian sido los motivos del corte de la lectura en ese punto. Y de paso de nuestra pelea. Un libro de Galeano y otro de Emily Dickinson. Yo jamás lei bien la poesia.

Irme a beber por ahi con geishas kafusianas y prestarle algo de efectivo a un primo bukowskiano, era una opción. Esos quilombos me había armado.

Me encontraba la mayor parte del tiempo en el altillo, reflexionando, el lugar de la casa que creó mi hermano para que yo investigue sobre el lenguaje, sobre los jardines, ahi tenés la madriguera, me dijo ese dia, y yo llevé ahi mis miserias. Y desde ahí fue que me dije que tocar el piano era cosa de trabajo. Las variaciones de Glend Gould no eran moco de pavo. Y hacía poco que había descubierto un loco que se llamaba Lang lang o algo así. Cuando me puse a ver qué habia por los lugares de donde soy oriundo, me encontré con monstruos como Barhenboid o Argerich. Y me limité a escucharlos y a pensar en ellos de vez en cuando. Los relacionaba con el tema del trabajo. Pero no el trabajo como fuente de recursos para vivir y ganarase la vida. Sino como el trabajo espiritual para salvarse.

Fue ahí cuando volví a hablarle a mi ex, con quien habíamos leido a Simonde Beaiuvour (sin desconocer la obra de Sartre) y con mirabamos tardes enteras animes japoneses. Los bellos recuerdos de la secundaria. Estuvimos ahi de viajar a Japon, hasta que se fue todo a la mierda. Nos peleamos por pavadas y dejamos de vernos. Volví a hablarle. Y volvimos a entablar conversación. El mundo del wpp es mas sencillo. Me habló de animes nuevos, creo que me los había recomendado hace un tiempo, como tambien me había recomendado musica kpop.
Fue una confesión cuando me dijo que estaba por viajar a Japon y que hablaba japonés y cuando me dijo que, bueno, cosas que escapan al relato...

Sin saber cómo, un dia de subte a la salida de la facu, viajé para encontrarla, ella daba clases de Japones en la facu de psicología, en la calle Independencia, a unas cuadras de la de Sociales. Debía verla y decirle cuanto la quería. De nuevo.

En el viaje vi que un muchacho hipster leía con entusiasmo un libro. Y lo tenía señalado con esas cosas de colores y anotado por todos lados. O sea, un lector trabajador. El libro era uno sobre David Byrne. Al principio, ese nombre no me dijo nada, y una consulta que bastaba para saberlo cuando le pregunté al muchacho, tampoco.
-Che, amigo, quién es David Byrne.
-David Byrne papá. Este loco es una máquina.

Confieso que no le pregunté mas nada porque ese dia tenia la cabeza quemada con el tema de la clase Bernoulli y la serie sobre Heisenberg que la profesora había interconectado de una manera estrambótica. Y porque estaba cada vez más cerca de comenzar a buscarla, sin saber si la iba a encontrar.

Suaves solidificaciones me invadieron cuando escuché su música. De vuelta en el viaje en tren. Todo estaba bien. Y no quiero hablar mas de lo que se debe callar.

sábado, 20 de octubre de 2018

El curioso y misterioso detective Cutruli

Haikus...Harakiri...             

"A thousands kisses deep" Leonard Cohen

☆☆☆
¿Lloraremos
algun dia
en otro idioma?
☆☆☆

...
Dedicados a niña dulcehumo,
¿granos? ¿tatuajes?
que
¿llora? japonés, oye Kpop, Paramore, y ve una serie muy amena. Una niña como todas, observadora.
Linda.
Suicida.
...


Selección de una inmensa cantidad(como seran los otros)
...
Me levanto temprano
y desayuno
apurado.

...
Oigo a mamá
decir
buscá trabajo.

...
Viajo en tren
y respiro
fuelles.

...
Allá
el estado
en tu barrio.

...
Voy al subte
salto el
molinete.

...
Así como vine
 voy
y busco.

...
Detective japonés
como un
artefacto

☆☆☆
Chateo
por wathsapp
con Ran.
☆☆☆

Casa
Japonesa
Dibujos en estado interpretativo.

...
Viaje distante siempre
tarde
pierdo mundos.

...
Gym
estoy de vuelta
¿Boogie Street?

...
Visito abuela llamo abuela
hablo
pavadas.

...
Hey
rezo por vos
vieja excusada.

...
Son las 4 am
mi hermano
canta.

...
Abandono
grupo de amigos
suelo hacerlo.

☆☆☆
Villa Vatteone
Se planta
Y paga.
☆☆☆

Desde una Ventana

"La vida se mira con mucho más éxito desde una ventana sola, después de todo."
F.Scott Fitzgerald




Eran dos pacientes psiquiátricos en el manicomio de El Tropezón.

-Por qué no me hacés aunque sea una pajita, "ventana"- le dijo su compañero de cuarto.
Y ella, que en sus ratos libres, los más, pintaba cuadros muy parecidos a los del pintor Edward Hopper, y leía novelas norteamericanas de la década del 20, hubo de recordar el dia en que se hizo su primera "pajita". Si. En el hotel de San Clemente. Allí se la había hecho, pero le había resultado extraño, no le había salido eso que le había dicho su primo que debía salirle, eso que le llamaban guasca... Aun recordaba cómo, cuando, y donde se lo había dicho.

Estaban en la quinta de un tio. Los otros tios, se habían puesto recontra en pedo. Habían comido. Chupado. Y los chicos y chicas se habían metido a la pileta, jugado al futbol. Y vueltos a meter a la pileta despues del futbol. Y se quedaron sin hacer nada hasta que empezó a oscurecer.

Cuando oscureció del todo. Cuando la noche se cerró. Todos los primos, se pusieron a jugar a las escondidas. Inclusive las primas, que se escondían juntas, para sentirse mas seguras. A excepción de ella, que le gustaba la soledad...Pues si... Ella se escondió sola. Y al rato, alguien apareció. Uno de sus primos, el que mas le gustaba, por ser mucho más grande que élla, se le arrimó. Comenzó a acariciarla. Ella cedió. Y ahí fue cuando él le bajó sus pantaloncitos y le metió esa cosa, que a ella le pareció una banana. Al principio le dolió mucho. Pero su primo la calmó diciendole que no la iba a lastimar. Por la cola hay que hacerlo despacito, le dijo. Y comenzó a darle. Murra. Fue hacia atrás y hacia adelante, metiendo y pujando, cada vez más, hasta que sacó su cosa toda mojada. Ya cansado. Es guasca, le dijo. Y le dijo que ahora le tocaba a ella metersela. Pero la de ella era muy chiquita, según su primo, y por eso, a pesar de haber hecho el gesto, nada de guasca le salió.

Tuvieron dos o tres encuentros parecidos. Siempre en la oscuridad. Cuando jugaron un juego que le llamaron el cuarto oscuro. Se encerraban todos y uno tenía que buscarlos. Ahi hicieron la travesura y era su primo el que se la metía. Objetando que ella tenía que crecer más para poder hacer lo mismo. Arremetía duro. Y ella comenzó a sentir eso que le entraba con gusto. Otra vez, y otra vez, cada vez que los tios se reunían, lo volvian a hacer. La ultima fue cuando en el cumpleaños de la abuela, mientras concinaban en el fondo, ellos se alejaron de todos para el lado del lavadero y su primo le bajó los pantalones y se la volvió a ensartar. Siempre por detrás. Era bravo ya de chiquito el primo. A tal punto que sus noviecitas, años despues, lo apodaron el "colero".

Al tiempo dejaron de verse...

El primo creció, y tuvo que buscar laburo, ella tambien creció y bastante. Se cortó el pelo y comenzó a vestirse como se vestían los chicos de su clase. Se volvió mas solitaria. Fue ahí, en esos años, cuando empezó a sentir cosas por una de sus mejores amigas, una tal Betty, pero cuando se lo dijo esta salió de raje. Entonces comenzó a hacer lo mismo que había hecho con su primo, con otros primos más chicos. Pero estaba vez por otro lado. Sus primitos la adoraban y la adoraron. Por mucho tiempo.

-Pajero, paja te hiciste vos el otro dia pensando en las enfermeras, pajero -le contestó ella.
-Que flasheás, ventana, yo no me pajié nada.
-Ah no, cierto que te gustan que los enfermeros te vengan a hacer la pajita.
-Me gustas vos ventana, pero no me das pelota, sabés que, andá a la mierda, vos y tus cuadros, ves que sos como todas las ventanas, ventana. El mundo está lleno de ventanas.
-Cierto que el otro dia te pajeaste pensando en uno de mis cuadros.
-Tus cuadros son una mierda, ventana, como los cigarrillos que fumas.
-¿Y en mis libros también?
-No sé de que hablás ventana.


"No sé por qué nos pasa esto a los chicos y a las chicas. Esto de tener que sacar guasca. Debe ser algo natural. Pero mas natural sería con chicas. Aunque no creo que eso les guste a mis tios. Que les metamos nuestras cosas a nuestras primas. Mejor entre primos. Asi nadie jode a nadie".

Escribió en un diario que llevaba, hasta que su padre lo descubrió y lo leyó y se enojó, y le dió una buena paliza hasta que decidió llevarla al hospital.

Alli continúa encerrada y pinta cuadros y a veces viene algun curador para llevar sus cuadros a alguna muestra, que acompaña con pequeñas descripciones poeticas de ella. En las que menciona a diestra y siniestra el agobio de tener un compañero de pieza, algo excéntrico, que se la pasa hablando de ventanas, por tener una historia muy larga y muy complicada, que se podría resumir diciendo que está encerrado por espiar mujeres por la ventana. A tal punto que le dice a todo el mundo ventana.

jueves, 11 de octubre de 2018

Los jardines del viento

                                 Para tía Graciela,
                                    in memoriam



              "Un jardín, una jovencita ondulante,
Una urna de vino, mi deseo y mi amargura:
Éstos son mi Paraíso y mi Infierno.
Pero, ¿quien ha recorrido el Cielo y el Infierno?"
                                          Omar Jayyam



Una escritora reconocida, en una entrevista que le hacían con un hermoso jardín de fondo, decía algo así como que le gustaban los pueblos, porque le recordaban a su infancia que tenía "pincelada" en su piel como los tatuajes, aunque confesaba que jamás se tatuaría. Yo estaba en la cama leyendo la nota por la internet, ya despierto.

Cuando dejé de vacilar, de remolinear, sin saber cómo ni por qué, pensé que tenía que hacer, en el dia, algo distinto, qué se yo, cambiar algunas cosas que venía haciendo normalmente. Dejé de lado la locura de estar lejos de todo, cerré la laptop, con el link abierto de la entrevista de la colega, y más dentro, guardado bajo siete mil llaves cifradas, mi trabajo atonal de mas de mil páginas que tenía pensado titular: "Torrencialidad en los monstruos Laiseca/Bolaño y los nostálgicos crudos Onetti/Di Benedetto: caminos divergentes bajo el reflujo barrial campesino de Arlt-Rulfo y la mirada atorrante, cejuda, distante y erudita de Macedonio, el olvido para con todos estos del olvidadizo boom cagado a pedos constantemente por la voz severa y a la vez ausente de quien no debe ser nombrado por nadie nunca más, que nos dice, pero no nos dice, que hay que leer mas mujeres y que ellas se ocupen de todos los vagos hombres que han querido escribir para no laburar. Unas cuantas conversaciones sobre el tema",para presentar en un concurso literario de pendejos.
Con una leve agitación en el cuerpo, comencé a buscar en mi mente tatuajes vistos alguna vez y a recordar personas conocidas los tuvieran. Recordé bonitas y seductoras compañeras de facultad, todos mis primos y la anécdota de mi tio para zafar del tatuaje en la marina. Luego de aburrirme recordar tanta pavada, decidí viajar.

Me levanté de la cama, me encaminé al baño, donde meé, me bañé, afeité, lavé, me miré al espejo, lavé los dientes, me vestí, me acicalé, sequé y vestí. Salí, puse la laptop en la mochila, me puse la ropa y la campera y dentro de esta, un libro de poesía, luna de antología, de los mejores poetas y también los peores, los poetas desmedrados, que me había regalado una vecina, librera, de pieza. Salí al hall, saludé y dije que no iba a desayunar ni a estar en todo el dia. Me preguntaron donde iba, pero les mostré la mirada que ensayo todos los dias cuando me miro al espejo. Oí risas antes de cerrar la puerta de entrada.
Salí al zaguán de la entrada y miré el horizonte, un camino largo me esperaba.

Vivía desde hacía años en un centro para ancianos, en la ciudad de la furia. Un geriátrico, me había cansado de estar ahi. Necesitaba campo. Aire. Otra vez. Como cuando era joven.

En bosques station, diría el cartel, vería tal vez algún conocido, del real sociedad, y cuando este se me acercase como para saludarme, haría el gesto de buscar algo, como que me sonaría el teléfono o algo y entonces me pondría buscarlo, que finguiría no haberlo visto. Y con eso el desencuentro casual. Ojo, tampoco que vendría a hablarme. Hordas de gente, que recien notaría ya subido al tren, llegarían a la feria que se arma a los alrrededores. Y nos confundirían. No había que tomarse las cosas tan en serio. Me cansaría y cerraría los ojos.
Llegaría a varela y viajaría mas allá. Hasta el final.
En el camino creo que ni sacaría el libro. Solo miraría el paisaje. Un primo estúpido que de chico me consideraba a mi tambien un estúpido una vez había dicho cuando chico del lugar, el bolivianerío.

Un hermoso sitio para estar tranquilo. Saludé a mis amigos ancianos y partí. Un enfermero me dio su sube. Cargada. Viajé.

Casas hermosas humeaban por las salamandras, y habían perdido su pintura con el paso del tiempo y la avasallante  expansión de humedad por las paredes, contados escasos alambrados por seguridad, desvencijados los más, por donde se metían las comadrejas y los perros para realizar sus travesuras, quintas de verduras trabajadas por la mano de obra dejaban ver sus plantaciones excelentemente alineadas, mucha llanura y campo extenso que mejor no transitarlo en días de tormenta eléctrica, calles largas de tierra impasables cuando la llovizna incesante las conviertía en barro, y también calles largas de asfalto con rajaduras escabrosas los dias de sol, o nubes. Recuerdo que ese dia que viajé hasta allá el cielo estaba gris. O para decirlo de otra forma, mas actual, nublado. Calidamente nublado. Era primavera. Ah, y una cosa más; porque no me gusta referirme a El Tropezón como mi pueblo, perdido, y olvidado por todos. Si no como un pueblo de todos, y esto era así porque las personas, en este pueblo, se saludaban a pesar de no conocerse.

Divago, ahora en medio del delirio frenético, un rato, pensando si era y es posible, esto de poder conocer a otras personas, si apenas puede intentar conocerse a sí mismo. Oh, las clases de Filosofía en la facultad. Los compañeros, los amigos. Y económicas, oh si. Lo mismo. Los compas y amis. Cuando queríamos conocer el mundo y pensábamos que el mundo era sólo eso.

Tiempo pasado.
Divagaciones y distracciones apuraron mi llegada a la casa de mis abuelos. Viajé hasta el final del recorrido en el colectivo 500 ramal k la colonia. Cuando bajé me di cuenta de lo que me había sucedido.

Tarde. Me di cuenta que no llevaba conmigo la mochila. Y que había dejado olvidada mi laptop dentro. Que pelotudo. Qué hacer ahora. Intentaría llamar a la empresa. Pero alguien de seguro ya había primereado todo intento vano de hacerlo. Me lamenté mientras seguía caminando. Y me salían al encuentro perros de la tierra. Mágicamente tenía la antología dentro del bolsillo de la campera.

¿Cuántas veces había hecho el mismo camino sin perder nada o sin nada que perder?

Tiempo presente.
Un dia como hoy. Era joven. El mismo recorrido de siempre. Media tarde, día de semana, dia cualquiera, salgo del aposento donde me encuentro, tomo tren, dejo atrás el viaje en colectivo y voy pasando toda la descripción mal realizada anteriormente hasta llegar a la casa, la quinta. La posada de los pájaros. Los abuelos, seguro duermen siesta. Digo a lo alto, mientras me salen perros que me reconocen, que hay que ver. La tranquera cerrada, todo lo dice: hoy no se esperan visitas. Entre semana, me lo advirtió mi madre, no es día de visita. Sin embargo, yo estoy igual. Salto la tranquera como un intruso, lentamente, silenciosamente, y me sale al encuentro, furiosos, Juancito y Pancho, los perros, "los manto negros", como si volaran en llamas. Me chumban y huelen. Juancito, idéntico a Bengi, de color clarito, que mi daltonismo aun confunde, es el que más bufa. ¡Cucha! Y emprenden su huida, que mi teoría de que están en llamas y furiosos se refuta solo por esa voz en el medio del campo, que los alertó. Quien sino que  mi Abuelo, pegando un grito que ninguna vocal me permite describir. “¿Qué haces por acá? Pasto-así me dice, porque de chico me gustaba cortar pasto-, tan temprano”. “Todo bien Abuelo, ¿La Abuela duerme?”. “Recién se levanta aquella, vamos a buscar “salamincitos”, ¿vamos?, voy a calentar el coche”. Al encuentro con mi abuela ya oigo el motor bochinchero del Golcito.  “Viejita”. “Acompañános que vamos a buscar queso y salamín a la ruta. Después tomamos mate”.
Parece que aun los veo. El viejo saca el auto marcha atrás muy despacito por temor a pisar alguno de los perros que a su vez rodean el coche y lo torean. El viejo grita enloquecido: ¡cucha!, y en un flash presuntuoso, ya estamos en la ruta como si nos fuéramos de viaje largo. “Cuánto echamos hasta la costa, Pasto”. Para crear conversación, pregunto a mi abuela cómo esta ella y cómo está el abuelo, como lo veía. Ella me reprende que el abuelo esta acá al lado, loco como siempre. Reímos confusamente y me dedico a contemplar el paisaje. El coche va a 50, tranquilo. Verde. Campo. Pájaros andando. Otros sostenidos en los gruesos cables de alta tensión eléctrica allá a lo lejos.

Se me vino a la mente G.W.Hudson. mi abuelo había ido al museo y contaba que le decían, acá en esta piedra, se ponía a pensar jatson. Aca dormía jatson.

Era joven. ¿Quién?

El puestito de salamines y quesos y miel estaba a metros de la histórica y olvidada estación ferroviaria “Buchanan”. Quise hablar del tema con mi abuelo ese dia, preguntarle sobre si era verdad lo del fantasma que se veía por las noches ahí en la estación, que me advirtió que eran todos puros bolazos de los viejos. En fin. La vieja compró el queso, salamín y nos volvimos para la casa como quien vuelve del mercado. En el camino de vuelta se pusieron a añorar viejas épocas como cada vez que alguien, o yo, iba a escucharlos. Entre sus escasos y borrosos recuerdos, el paraje era bohemio, concurrido, nocturno, en el boliche El Tropezón se armaban bailes y corajeadas y venían algunos cantores como por ejemplo –según mi abuelo- Julio Sosa, que según él dice le dio la mano como quien saluda a una leyenda. Justo llegábamos al tropezón y nos detuvimos en la parada del colectivo a contemplar el lugar. Un viento se puso a levantar mucha tierra y mi abuela le dijo a mi abuelo, vamos, vamos a la mierda, pedazo de bazofia, y este encendió el coche, la cuatro por cuatro, para volar a mierda (vuelo a mierda, huelo a mierda, y callate, decía mi abuelo mientras aprietaba el radiador), a toda hora máquina hasta la casa. Llegamos, nos dispersamos, nos juntamos, nos sentamos afuera, y tomamos mate mientras el abuelo escuchaba radio y la abuela trabajaba la tierra de su jardín. Dejado hoy a la mano de dios y hasta diría perdido completamente. Olvidado. Ahora yo era viejo y vivía en un asilo de ancianos y no conocía a nadie mas que una muchacha librera y el agente literario que aun me publicaba a pesar de yo seguía encaprichado en no aparecer mas públicamente.



Debería haber hecho algo. Pero haber ido hasta ahí y no ser nada mas que un recuerdo es como si fuese sido un fantasma en búsqueda de un jardin fantasmal. Era agotador. Reconocí el lugar. Pero no pude entrar. "No puedo volver. Entonces, para qué", me dije mientras estaba ahi parado en frente de la casa, y mientras volvía en el colectivo.

Estos son mis pocos recuerdos escasos y borrosos del hoy olvidado paraje El tropezón, puro olvido. La mayoría de los campos fueron loteados, como las parcelas de mis abuelos destinados a nicho. Comprendo poco y sé que apenas recuerdo el recuerdo del recuerdo del recuerdo de mis abuelos zenónicos. Pienso, ahora que soy viejo,  que tal vez haya alguien, más confundido, que piense que lo que le estoy contando son puros bolazos. Sonrío levemente con una sonrisa que me bolacea a mí también. Me digo que de las personas amables uno nunca puede olvidarse.

Confusiones. No se si volví, si fuí, ni donde estoy.

Volví en el colectivo, luego en el tren esuchando una linda y extraña canción en mi tempo en el radiotransmisor. Leí un par de poemas chinos y chilenos, y cuando llegué, me detuve en esa feria de final de pelicula que se arma al costado de las vias de bosques, con mantas al piso y muchísima voluntad. Un muy lindo lugar literario.

Sonarían cumbias a todo volumen y gritos que no oí porque tenía puestos mis auriculares. Ahora recuerdo que el radiotransmisor me transmitía paz. Hasta que un alguien me tocó el brazo.

-Hey, señor, usted es el escritor, coso.

Un muchacho rechoncho y mal vestido, dejado y con barba rala y pelo tambien ralo, me había reconocido. Un milagro. Kutruly había sido visto. Me dijo que me hacía menos alto, y luego me pidió por favor que lo siguiera, si no le firmaba un libro. Un libro que estaba leyendo sobre mi, que cosa curiosa el destino. Me volvió a pedir que lo acompañara hasta su puesto en la feria que me lo iba a mostrar. Graciosamente, era un puesto de libros. Todos desparramados sobre una manta atigrada color naranja. Es verde oscura con vivos marrones, me corrogió cuando se lo pregunté. Me volvió a reconocer, riendose "es cierto lo del daltonismo de las personas de sus novelas". Confieso que me interesó que llamara personas a los personajes de las novelitas que yo escribía. Le dije hostilmente que no recordaba nada de mis personajes y que no se engolosine con los escritos de un viejo pelotudo como yo. Me dijo que no, que de ninguna manera, que no me tire tan abajo, que segun el libro que estaba leyendo sobre mi, donde el autor parecía conocer mas de mi que yo, era un artista -asi lo decía la contratapa- que rescataba obras del tiempo, un explorador de jardines extintos. Me quedé mirando la tapa del libro en cuestión. Con dibujos japoneses. Titulado, "(mi nombre): camino divergente y torrencial caleidoscópico...una mirada a los jardines extintos del expmorador de los jardines extintos. Unas cuantas conversaciones." Noté el error de imprenta o pensé en el error como una oportunidad. Pero callé. Miré a mi nuevo personaje ralo. Por qué no olvidados, le pregunté. Cómo, me contestó como si no me estuviese prestando atención. Le repetí lo mismo, y que me refería a los jardines. Ah si, porque los jardines olvidados son los jardines perdidos, y los jardines nunca se pierden, estan siempre ahí en el mismo lugar, me dijo el muchacho ralo, con tintes filosóficos que creí reconocer de uno de los libros que tenía ahi tirado para vender. No le dije nada. Me preguntó por mis contemporáneos. Le dije que no dejara de leer los clásicos. Miré que libros tenía y los habia muy buenos. Y no tanto. Le compré uno de autoayuda muy barato. "Para regalarle a una vecina librera que a veces me invita a tomar el té", me excusé, y me pedía libros de mi biblioteca para venderlos caros, cosa que oculté. Y aclaré como buen consumidor, diciendole que ese libro no se lo iba a vender a nadie. Le pagué, le firmé el libro que otro había escrito sobre mi, y le dejé el libro de antologia de poesía que había soportado conmigo el viaje, como regalo. Nos despedimos, un muchacho bueno, el muchacho ralo, llevaba puesta una remera que decía El mató a un policía motorizado. Tal vez el google me diría que querría decir eso. No se a qué clase de persona se le ocurre poner en una remera ese nombre. Y a que clase de personas usarla.


Llegué  al geriátrico.
En el kiosco de la esquina había comprado cosas que no debía. Había una nota debajo de la puerta de mi pieza que decía: "Hoy vine a verte y no estabas, como siempre, puto viejo". Puta madre. La tendría que ir a buscar a su habitación. Me senté en la cama y saqué los cigarrillos. Necesitaba uno antes de ir. Me serví un vaso de agua, tomé la pastilla azul, y luego otro vaso de agua y empecé a tomar hasta volverme loco y enamorado...

Aparecieron las enfermeras, objetando que no se podía fumar dentro de las piezas de los internos. Creo que empecé como siempre a llamar la atención hasta que vino el enfermero sube y me aplicó una inyección para calmarme. No me preguntaron nada, y me recordaron que esto no era un hotel alojamiento o un viaje de egresados. Pedí perdón y se fueron...

Recuerdo todo como si estuviera endurecido, como si tuviera tatuajes que no puedo borrar de mi piel, escribí delirando en mi mente, recordando lo que había puesto al comienzo de aquel escrito que tenía ya mas de mil páginas. Y que andaría perdido en cualquier lado. Pensé en ir a buscarlo, o en hacer la denuncia, pero recordé que lo había perdido y eso era una buena señal para que no quede mas de nada de mis miserias que a nadie le interesaban ni le interesarían jamás, y que se vayan todos al demonio, junto con todos mis escritos. Y mis libros. Y buena parte de una vida llevada a la mismísima mierda. Al pedo.

Pero no...estaba en la cama patas arriba. No se que soñe pero fue un sueno algo ligero, bonito y frenético que desperté todo transpirado. Debía tener algo, sacar algo, voluntad. Pensé en el poema de Enrique Lihn: "un enfermo se masturba, para dar señales de vida".

Anoté en mi cabeza nuevamente que los jardines estan ahi. Como dijo el muchacho. Y que debía ir a buscarlos. Como los jardines de mis recuerdos...aunque no parezcan mios. O aunque no aparezcan. O aunque traten de ocultarse y yo de olvidarlos y no desee verlos. Para siempre.

Fui como pude, extasiado, sedado, con mucho dolor, hacia el escritorio y escribí, tal vez con una sonrisa pocas veces vista, a mano, mal, en un papel que había ahi, como pude, sobre los jardines olvidados por el viento.