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jueves, 31 de enero de 2019

Domingo a la tarde

No escribas más, no escribas más, se decía a sí mismo Juan Kutruli mientras caminaba por la alameda detrás de la fábrica de soda. Iba a la librería, como todas las tardes de aquel verano olvidable. No escribas más, no tenés nada para contar, se volvía a repetir, ya pesado. Zas. Tuvo una idea. Avanzó calle abajo rumbo a las vías del tren. Llegó.

En la pista de patinetas, el skate park, no había nadie, era tarde y se estaba poniendo oscuro. Se detuvo a esperar el tren en medio de las vías. Hasta que apareció alguien. Una voz que provenía desde el andén.

-Che...Hola, acá, qué estás haciendo.
Kutruly miró forzando la vista y contestó: nada, espero el tren.
-Pero ahí en las vías te vas a matar.
-Si, ya sé.
-Entonces subí.
-Pero no tengo que viajar en tren.
La voz comprendió la situación y se bajó y fue hasta donde estaba Kutruly despacio.
-Por qué te querés matar.
-No sé.
-Vos te pusiste a pensar la cantidad de gente que quisiera estar viva. A parte si vos te matás, me retrazás el tren.
-Tenés razón.
-Claro que tengo razón.
Siguió diciendo la voz porque Kutruly no podía distinguir nada.

Una bruma leve invadió la estación y se borró la epifanía cuentistica. Kutruly llegó a la librería y por un instante se sintió feliz. A pesar de que esta estaba cerrada.

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