Un verano, un día, ya
siendo novias, viajaron al norte del país de mochileras.
En total se subieron a treinta y ocho autos y cuatro camiones. Conocieron mucha gente. Entre ellas yo.
En total se subieron a treinta y ocho autos y cuatro camiones. Conocieron mucha gente. Entre ellas yo.
Se podría decir que vivieron experiencias que podrían ser consideradas únicas. Llegaron
hasta donde querían llegar y se instalaron en los alrededores del centro de la
ciudad. En un camping que consideraron al principio de mala muerte. Pero como con sus prejuicios preconcebidos anteriores al día en que se encontraron de casualidad en esa aula vacía de la facultad, se equivocaron.
Dormían en un camping. En un comedor común, donde comían y bebían. Se podría decir que bastante. Comieron animales exóticos. También plantas, que presagiarían su conversión poco tiempo después a las dietas vegetarianas. Postres. De todo tipo. Hasta ahí se limitaba el rubro gastronómico. Con las bebidas, si se podría hacer la diferencia, hubo de todo… Gaseosas. Cervezas. Vodka. Martinis. Etc.
Dormían en un camping. En un comedor común, donde comían y bebían. Se podría decir que bastante. Comieron animales exóticos. También plantas, que presagiarían su conversión poco tiempo después a las dietas vegetarianas. Postres. De todo tipo. Hasta ahí se limitaba el rubro gastronómico. Con las bebidas, si se podría hacer la diferencia, hubo de todo… Gaseosas. Cervezas. Vodka. Martinis. Etc.
Cuando terminaban de comer, iban al baño y de ahí a la carpa. Donde se
acostaban mientras se besaban, entrelazando sus piernas de una manera muy
delicada, deslizando de a poco el roce de los cuerpos que se perdían en lo
inmenso de sus deseos. En otras palabras, cogían como locas. Y fueron tantas
las veces que lo habían olvidado. No por eso igual llevaban la cuenta sino que
cada vez la tomaban como la iniciativa para comenzar algo nuevo. Y encontrar
nuevas zonas erógenas de sus cuerpos. Se habían acostado muchas veces en Buenos
Aires, fue en el Norte donde intensificaron la apuesta.
Tuvieron mucho sexo. Eso fue dicho. Sexo que fue variando a medida que veían la
necesidad imperiosa de reinventarlo. Eso fue dicho. Probaron de todo.
Posiciones. Puestas en escenas. Cambio de roles. Y eso fue dicho.
Lo que no fue dicho fue
que hasta que no encontraron una cierta comodidad a través de las lecturas el
sexo había resultado lo único interesante que realmente les resultaba
interesante de lo que hacían juntas. Leyeron y leían de todo. Había una
librería en el centro donde iban. Libros baratos. Librerías perdidas.
El primer libro que
leyeron fue El Banquete, de Platón, y a partir de ahí consideraron que en
adelante comenzarían a hacer solamente, el amor. Luego vinieron muchos más pero
el que modificó el panorama fue el Kama Sutra, con su apertura divina que hace
perder la cabeza a cualquiera, según la poeta francesa Olga Viard, y pese a que
esperaban exactamente lo contrario luego de tal lectura, se puede decir que a
partir de ahí comenzaron a hacer una exploración corporal que iba desde lo que
sentían cada una a lo que pensaban que podían sentir antes, durante y después
de llegar a los orgasmos. Habrán estado como una semana así con los libros, que
se iban acumulando. Intentaron leer a Proust. Nada. A Tolstoi. Nada. A Goethe y
su Werther. Nada. A Dickens. A Eca de Queiroz. A Ibsen. A Sartre. A Marx. Hasta que
leyeron Utopía de Tomás Moro, y ahí sí, sin saber cómo ni por qué, empezaron a
coger nuevamanete. Como en los primeros tiempos. Y eso volvió a ser, como si
hubiesen olvidado todas las lecturas, lo más placentero que experimentaron en
el plano de todas sus lecturas pre copulación. En realidad, habían metabolizado
todo y sus ondas cerebrales parecían estallar en visiones caleidoscópicas que
propagaban delirio y lujuria y buscaban entre otras palabras difíciles de
encontrar pero que se parecían mucho a la desesperación, ese que todo el mundo
le llamaba y conocía, como el amor. Hasta que fumaron marihuana.
Mucha marihuana. Y de
la buena. La que pega, les dijo la chica del camping que se las obsequió, luego
de hacer un trío en honor a una lectura del Marqués de Sade junto a ellas. Y
ahí sí, empezaron a leer de todo nuevamente, y todo les resultaba
extraordinario. Nuevamente.
Librería. Caminata, Porro. Comida. Librería. Canje.
Hurto. Pago. Caminata. Porro. Comida. Camping. Carpa. Amor.
Celine. Burroughs. Huxley. Kerouac. Ginsberg.
Ferlinghetti, Breton, Vaqché, Artaud, Pound, T.S Elliot, Hemingway, Fitzgerald,
Stein, Sterne, Perec, Poe, Lovecraft, hasta que una buena tarde se dijeron que
habían leído muy pocas mujeres y fue entonces que empezaron a hacerlo. La
condesa de Lafayatte les voló la cabeza, luego empezaron a pasar muchísimas pero
sería poco producente comenzar a nombrarlas. Tan solo diremos que fueron leídas
por ellas en la ante sala del sexo, Safo, Jane Austen, Virginia Woolf, Simone de
Beauvoir, Marguerite Duras, Jane Didion, Sor Juana Inés de la Cruz, Emily
Dickinson, Marosa Di Giorgio, Mistral, María Moreno, Sara Gallardo, Elena
Ferrante (Tenían la certeza de que era un hombre), Anna Arendt, Susan Sontag,
Gloria Fuentes, Idea Vilariño, Pizarnik, Storni, Lange, Rosalía de Castro, Florbela
Spanca (Po recomendación de un autor que conocieron en un congreso en México,
llamado Fonseca) Willa Cather, Elena Garro, Elena Poniatowska, Luisa Carnés, Natalia
Ginzburg, Hiromu Arakawa, Banana Yoshimoto, Mary Shelley, las hermanas Brönte,
Flanery O´Connor, Carson Mc Cullers, Dorothy Parker, Patricia Highsmith, Alice
Munrom Margaret Atwood, Selma Lagerlof, Colette (¿Cuántas francesas más iban a
pasar por alto? Muchas) Agatha Christie, Úrsula Le Guin, Ama Ata Aido, Joyce
Carol Oates, Katherine Mansfield, Hebe Uhart, Lliana Heker, Selva Almada
(Discípula del maestro Lai) Claudia Piñeiro, Florencia Bonelli, y mucha
literatura feminista, hasta que llegaron al final con Corín Tellado y J.K.Rowling
y ahí dejaron de leer por un buen tiempo sin darse cuenta cuanto tiempo se la
habían pasado entre libros.
—Poco hemos leído—dijo
un día una de ellas. Recostada sobre la espalda de la otra que yacía recostada sobre la bolsa de dormir.
—Siempre es poco.
Luego, un día, empezaron a caer los buitres como yo. Y ellas dejaron de ser ellas. Y se
fueron convirtiendo en otras. En ella. Pero eso fue de a poco.
Así es el amor.
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