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lunes, 27 de mayo de 2019

La decisión

"La cuestión de qué hacer con mi vida en los cuatro años siguientes quedó resuelta"
                                          Leonard Michaels

Esta es una historia de acoso. Breve. Pero de acoso. No sabía cuando había empezado ni tampoco cuando había terminado. Ella se llamaba -se sigue llamando, aunque en realidad esto debería suponerse- A. Y yo, por el momento me sigo llamando B. Pero B rechazaba los nombres. Puesto que A nunca lo llamó así. O sea, por su nombre. Jamás le dijo: hola, B. Entonces B perdió un poco esa faceta que le había sido -digamos- inculcada. Vos sos B. Y sos el hijo de B' y B". Es curioso eso, aunque no tanto: es en la familia en donde más te identifican con el nombre. 


B era estudiante de traductorado público. Y A estudiante de abogacía. Ambas carreras pertenecientes a la facultad de derecho UBA. B había hecho el CBC en San Isidro. Y A lo había hecho mitad en Avellaneda y Montes de Oca. O sea, que ni se cruzaron hasta que entraron a sus carreras. Error. Una vez A, un sábado, viajó al parque de la costa con unas tías. Y cuando se fueron más allá del Tigre, llegaron sin querer a una sede que a A le pareció igual a la sede de Avellaneda. Modelo inglés, arquitectura vernácula, rodeada de pasto y árboles. Entraron y el diseño se repetía. Caminaron como si fueran a clases y A con total decisión les decía a sus tías que ella cursaba en un lugar así. Las tías se enternecían y si no hubiera sido por el entusiasmo de A, hubieran dejado de enternecerse de inmediato. A caminó y entró a la misma zona donde solía estar el aula donde había conocido por primera vez a Z. Uno de esos recuerdos que son difíciles de desconocer. Entró al aula. Pero dentro del aula no se encontraba Z, sino B. B estaba sacando fotos a unas hojas. Y mucha atención no le prestó, según A. 

-Perdón, es que pensé que era el aula de Sociedad y Estado.
B sonrió y siguió en lo que estaba. A avanzó hasta el lado de la ventana, donde veía el recuerdo. Ahí si que B le prestó atención. Un aire fresco entró de golpe por la puerta.
-Parece que va a llover- dijo que B, pero A no escuchó. Estaba en la ventana mirando hacia algún lugar que reconocía. 

La imagen se pierde. B no recuerda nada más de lo que pasó. Tan solo recuerda un parcial que mágicamente le dieron como aprobado. Como me gustaría poner que A salió del lugar creyendo que no iba a encontrar a sus tías.


Pasaron una sucesión de imágenes que siempre parecieron ser las mismas. Hasta que un buen día B vió pasar a A por el pasillo del ala izquierda de la facultad. La siguió. A se desplazaba como si debajo del piso hubieran bombas. Sus pasos dados con mucho cuidado le daban una elegancia brutal. Se detuvo en un banco gris y se sentó a fumar. Ese día también había viento y también habían cerca unos chicos recostados en el pasto que fumaban y se reían. A permanecía en soledad. Miraba su celular. Cruzaba las piernas como si tuviera frío. Y movía los pies en círculo. De izquierda a derecha y viceversa. B, sin saber por qué, se escondió detrás de un árbol e hizo que buscaba algo en la mochila. Cuando volvió a mirar a A ya se había ido.


-Y B, ¿Cuándo te recibís?

La pregunta había sido tajante. La fiesta el motivo. En San Isidro el cumpleaños del hermano de B venía bien hasta que un amigo del hermano de B hizo esa pregunta. Como si lo que supiera de B era solamente eso. Que estudiaba y que iba a recibirse. B empezaba su improvisación. Dibujaba una línea en la que contaba las materias que eran, asi a grandes rasgos, las materias que había rendido. Y las que le faltaban. Que en realidad eran estas últimas las que siempre nombraba cuando alguien le preguntaba. El amigo del hermano de B contó notó algo de incomodidad en la respuesta de B y trató de desviar la charla. Pero no pudo porque la siguió embarrando. A partir de las malas traducciones yanquis de la colección Visor, un amigo suyo, del amigo del hermano de B, había tenido una novia gorda. La anécdota giró en torno a esa chica que le decían la gorda. Y que iba a un colegio de Lanús. El amigo del hermano de B contó como su amigo le contaba los detalles de sus relaciones sexuales. Espeluznantes. Luego -entre más vasos de bebida alcohólica- contó que la gorda lo había llevado a vivir a su casa cuando su amigo, el amigo del amigo del hermano de B, se había peleado con sus padres por un problema de plata. Contaba como la gorda leía una banda de cosas. Y que tambien le gustaba estar echada en la cama. Bueno, un dia entró el viejo de la piba -ya a esa altura el amigo del hermano de B había dejado el adjetivo- y los sorprendió cogiendo. Entonces estalló en furia. Se calentó para la mierda. Al amigo del amigo del hermano de B lo echó de la casa (nunca lo había recibido). Y a su hija le dijo que se busque un trabajo. "Pero papá, tengo un proyecto artístico". "Que proyecto artístici ni qué carajos. Te pagué la facultad. Te doy de comer -acá todos se rieron casi por inercia- y no hiciste un carajo. Lo único que vos tenías que hacer no lo hiciste." Y a lo que llegaba el amigo del hermano de B era que si no le daba la cabeza para estudiar, como esta piba, que largue todo a la mierda y busque otra cosa. Ya cuando dijo eso B y todos estaban en otra porque pusieron uno de esos temas de trap bailables donde todos empezaron a mover el culito.
Continuar

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