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lunes, 31 de agosto de 2020

Caminata ingenua

Se levantó temprano y decidió en ese nuevo dia hacer una caminata. Hacía mucho que no las hacía; su soledad y aislamiento lo tenían dentro de la casa. Salió de su casa. 

Y ahí estaba caminando por las calles de su desierta y desolada ciudad, el desamparado Juan Kutruly. Se había acostumbrado a esas caminatas extrañas en las que no pensaba en nada y se dedica a sólo a caminar. Recordó un texto llamado de la misma manera del escritor estadounidense Henry David Thoreau. Texto que se había olvidado por completo de su cabeza como se olvidaba de la gran mayoría de todos los textos que leía. Por eso no escribía a pesar de que los conocidos lo instaban a hacerlo. Conocidos desconocidos que desconocían que no le gustaba escribir ni nada que se le parezca a ser expuesto por algo dicho en la más remota soledad, a deambular en el estanque de tiburones. Y todas esas conversaciones literarias que no iban a ninguna parte. Conversaciones que llegaban hasta el límite infranqueable de herir a las personas y acumular broncas y tertulias innecesarias. De eso estaba hecho el mundo de la literatura que le había llamado la atención. Pero sentía que se había vuelto miserable. Atravesó toda la caminata con esa sensación hasta que llegó al puente del bajo nivel. Los autos pasaban a toda velocidad de arriba abajo y desparecían como en una mala película de ciencia ficción. 

Kutruly se quedó mirando la escena un rato, y volvió a casa caminando. 

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